domingo, 7 de enero de 2018

Narrativa: El santero de san Saturio, de Juan Antonio Gaya Nuño



Colección Austral, Espasa Calpe

153 pags.
Una joya
    
    Un hombre acepta el trabajo de cuidar la ermita de San Saturio, en Soria. “Me quedé en la ermita, ya dueño de las llaves, y acomodé el ajuar. Conmigo traía una maleta de libros, a saber: Santa Teresa, Eça de Queiros, Sartre, Baroja, la Biblia, Baltasar Gracián, Antonio Machado, San Juan de la Cruz, Unamuno, Proust, Valle Inclán, Gerardo Diego y Dostojewsky. Por lo demás, me acompañaba el material preciso para continuar trabajando en mi Bibliografía crítica de Picasso”. Así se nos presenta el narrador de este libro, que se funde con su autor, Gaya Nuño, un intelectual soriano, especialista en historia del arte y poseedor de una prosa de esas que se saborean palabra a palabra; una prosa recia, antigua, precisa, y de una mirada al paisaje y la sociedad llena de sabiduría y humanidad, de erudición y de humor, de bonhomía y de pasión. Gaya Nuño nos muestra Soria y a los sorianos a través capítulos cortos que van mirando las distintas estaciones del año, las fiestas locales, las costumbres de las diferentes capas sociales, y en todo cuanto dice pone una mirada comprensiva, pero crítica, amorosa siempre, aunque a veces socarrona, a veces implacable. A pesar de su profesión, es un narrador más bien laico, que celebra al dios Duero y al que parecen tristes las fiestas de Saturio, que ocurren en octubre, “dominadas por el signo pesimista del cambio de estación, augurando nevadas, hielo y la muerte de los tuberculosos”, de las que los sorianos tendrán “pertinente desquite cuando vuelvan, otra vez, las radiantes y báquicas fiestas de san Juan”.  Son veinticuatro capítulos y una preciosa muestra de amor a la tierra sin sabihondez ni cursilería, sin retórica ni grandilocuencia, escritos a la soriana, con una sobria veracidad. Gaya Nuño quiere que comprendamos a los herederos de Numancia, a sus labriegos, a sus putas, a sus curas, a sus indianos, a sus poetas y a sus señoritos, y es tal su talento literario, su sensibilidad y su dominio del español que logra hacernos sentir plenamente su apego a ese paisaje durísimo y a ese tiempo en el que escribe, aunque ya no sea el nuestro.   

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