sábado, 30 de septiembre de 2017

Novela. Veinticuatro horas en la vida de una mujer



Greenbooks Editore. iBooks
134 pags.
Envejecer bien

    Me daba miedo volver a esta novela, tras un número de años que prefiero no recordar. La edición de iBook es lamentable por sus erratas y faltas de ortografía, y la traducción bastante mala, lo cual no ayuda. Así que, llena de prejuicios y con bastante pereza, me adentré una vez más en la narrativa de Stefan Zweig, para comprobar enseguida que lo bueno envejece bien. 
   El escenario donde arranca es muy propio del mundo de Zweig. En un hotel de vacaciones, huéspedes de distintas nacionalidades comentan el gran chisme del día: una de las alojadas acaba de abandonar a su familia para fugarse con un joven y guapísimo viajero, llegado hace solo unas horas. La noticia desencadena una conversación entre el narrador y una señora inglesa, en la cual ésta se convierte a su vez en narradora del episodio que transformó su vida, hace ya más de veinte años, cuando contaba cuarenta y era una viuda rica y deprimida que vagaba por Europa sin ganas de vivir. El episodio duró veinticuatro horas justas, y el gran valor de la escritura de Zweig es la densidad emocional que contiene y las transformaciones existenciales  que fluyen por la trama, sin caer ni remotamente en el melodrama ni en la impostura.
   Lo añejo del estilo de Zweig no importa; le creemos cuanto dice. Aceptamos sin dudar la voz de esa señora británica que a sus sesenta años siente la necesidad de oírse contar lo que le sucedió aquella vez, y creemos que cada paso de su historia tiene sentido, así como el hecho de que se decida a confiársela a alguien. Hay en ella un fluir de sentimientos que pasan de la melancolía a la exaltación y las ganas de vivir, de la compasión y el sentimiento maternal al amor y el deseo; del coraje y el vértigo de superar las convenciones sociales a la culpa y la humillación. Y en ese devenir emocional la autoconciencia de quien narra no siempre está presente; la mujer cuenta lo que cree que sentía, pero el lector intuye siempre que hay algo más detrás. Cuánto talento literario hace falta para lograr esto.
   Hay un retrato psicológico del personaje central, pero lo hay también de la sociedad en la que vive, del modo británico de vivir las emociones, del sentido del honor y el decoro de la Europa de la época y, por supuesto, de la pasión del ludópata. El mundo de El jugador, de Dostoiewski, queda cerca del mundo de la protagonista.  Pero este de Zweig es un escenario  más amplio, que tiene que ver no solo con el vicio del juego, sino con lo que un ser humano puede acabar haciendo con su vida cuando, sin apenas darse cuenta, un día, un buen día, se permite hacer lo que le sale del cuerpo.


domingo, 24 de septiembre de 2017

Cine. Detroit



Demasiado larga
Título original: Detroit
Duración: 143 minutos
Director: Kathryn Bigelow
Guión: Mark Boal


    Un suceso ocurrido en el contexto de los disturbios raciales del Detroit de 1967 es el punto de partida de esta película, demasiado larga y falta de garra a pesar de su intensidad, pero que tiene el interés de estar basada en la realidad. La acción resulta algo repetitiva y, dado que se trata de un retrato de la brutalidad y el racismo de la policía, la atmósfera que crea Bigelow con su cámara temblorosa es durísima. A pesar de la contundencia del drama la historia no acaba de transmitir emoción.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Novela. Un hombre enamorado, de Karl Ove Knausgard



Anagrama
640 pags.
 Hiperrealismo nórdico

    Es esta la segunda parte de las seis que conforman “Mi lucha”, un monstruo autobiográfico de enormes proporciones que goza de toda clase de alabanzas entre la crítica. Se trata de una  trama hiperrealista en la que el autor nos relata su propia vivencia de escritor, hombre enamorado y padre, y es fascinante cómo algo tan aparentemente sencillo puede lograr engancharte.  En esta segunda pieza, Karl Ove se nos presenta como un noruego que ha triunfado ya como escritor y que se aleja de su país y de su mujer para formar una familia en Estocolmo con Linda, un antiguo amor al que ha vuelto. 
    En el libro Karl Ove se  autodescribe sin complacencia alguna en una suerte de mega selfie continuado. Sale favorecido solo a ratos, con la cultura nórdica minuciosamente retratada como telón de fondo marcando sus relaciones familiares y amorosas, sus vida social y su responsabilidad como padre. Aunque a veces es inmensamente feliz, Karl Ove se debate con cierto desasosiego en más de un conflicto, y nos lo cuenta sin contemplaciones. Su identidad noruega se enfrenta al mundo sueco; su amor a Linda se opone a su voluntad de estar solo; su condición de buen ciudadano convive con sus tremendas borracheras; sus ganas de ser un buen padre y la ternura que le inspiran sus niños se contradicen con el profundo aburrimiento que le produce su crianza; las mil pequeñas rutinas que se requieren para sobrevivir en familia –cocinar, fregar, cambiar un pañal, hablar con otros padres, asistir a las clases de parto- comparten sitio en su vida con el activismo frenético de su mente literaria y con el estímulo que le producen sus amistades intelectuales. Eso es el libro; no hay mucho más. El convertir todo ello en una novela interesante requiere un talento excepcional. Y Karl Ove Knasusgard lo tiene.

Novela: El buen nombre, de Jhumpa Lahiri

Emece. 298 pags.
La identidad del emigrante

En el año 2000 Jhumpa Lahiri ganó el Premio Pulitzer con su primer libro. He leído una entrevista con ella, en la que parece humilde, sensible y enamorada de su vocación de escritora. “El buen nombre” es una preciosa novela sobre cómo se construye la identidad de un ser humano, basada en la historia de la familia que forman Ashoke y Ashima Ganguli, un matrimonio casado según las normas de conveniencia que rigen en la India, que se establece en Massachussets en los años sesenta. El nombre de su hijo mayor es la disculpa que idea la autora para conducirnos por los conflictos de identidad a los que se enfrenta este hijo de emigrantes que se siente más americano que indio. Le acompañamos en su vida de adolescente y de adulto y en su relación con sus padres, su hermana y las mujeres de las que se enamora, en un mundo que es americano, pero también es bengalí. El libro es sencillo, honrado y directo. Vale la pena incluso leerlo en un ibook.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Cine. Churchill



Ocasión perdida
Título original: Churchill
Duración: 110 minutos
Director: Jonathan Teplitzky
Guión: Alex von Tunzelmann



  La película transcurre en los tres días anteriores al desembarco de Normandía y se centra en la figura de Winston Churchill. Resulta aceptable porque el momento y el personaje tienen un gran interés, pero tiene demasiados defectos. Por empezar por el principio, la situación política y jerárquica de Churchill en relación con los mandos militares de la operación –Eisenhower y Montgomery- no está suficientemente explicada al principio, y esta ausencia de puesta en contexto hace que se resienta la credibilidad de las primeras escenas, en las que vemos a un Churchill visceral, opuesto radicalmente a la operación de desembarco y ninguneado por el alto mando aliado. Tampoco se comprende suficientemente su relación con su asistente, el mariscal Stubs, el cual le trata con una familiaridad de lo más sorprendente. 
  Tras ese arranque algo confuso comprendemos que la cosa va de retratar a un viejo aferrado a su ego de gran mandatario, que lucha por mantenerse al frente de los acontecimientos mientras su depresión y su carácter insoportable le colocan en la peor de las situaciones para comprobar que la historia le está dejando a un lado. El guión va puliendo este retrato paso a paso, incluyendo en él algunos rasgos sensibles que tampoco le hacen ningún favor, por su ñoñez y su previsibilidad. La película es, además, algo reiterativa y de una teatralidad innecesaria. Y, para terminar de enumerar sus defectos, desperdicia la tensión temporal que podría aportar el centrarse en el “Dia D”, de forma que en ningún momento sabemos qué está pasando en el pueblo británico, y en qué situación exactamente están las fuerzas aliadas, mientras Churchill va y viene rompiendo la vajilla, pegando gritos y amargándole la vida a su mujer.
 Dicho todo esto, la película se ve con facilidad y tiene momentos interesantes, como la escena de la conversación de Churchill con Jorge VI, en la que el rey convence a su primer ministro de no embarcarse rumbo a Normandía y que es un mano a mano lleno de veracidad y buen hacer por parte de los actores, o las que retratan su relación con su mujer, muy bien interpretada por Miranda Richardson.