domingo, 8 de julio de 2018

Novela. Jardín de cemento, de Ian McEwan

Tusquets
156 págs.

Perturbador

Lo que aquí se ventila es una historia sobre la adolescencia, en su versión más doliente y hasta trágica. Un chico de quince años de un barrio inglés medio despoblado nos narra lo que ocurre en su casa cuando él, sus dos hermanas y su hermano pequeño deben afrontar que su padre ha muerto y su madre está tan enferma que no puede valerse por sí misma. Sin apenas familia ni amigos, generan una comunidad con extrañas reglas de juego, en donde cada uno siente a su manera el miedo y la soledad, y en la que nadie parece querer a nadie demasiado. Es un texto desgarrado, intenso, a ratos de una crudeza perturbadora, que se lee de un tirón.

domingo, 1 de julio de 2018

Cine. En tiempos de luz menguante


Retrato de un hundimiento

Título original:  In Zeiten des abnehmenden Lichts
Duración: 100 minutos
Director: Matti Geschonneck
Guión: Wolfgang Kohlhaase (Novela: Eugen Ruge
    
   A punto de caer el muro, en 1989, un viejo militante comunista celebra su 90 cumpleaños en Berlín oriental, con una recepción en su casa, medio familiar medio política, en la que los representantes de un mundo que se hunde le rinden pleitesía con flores y discursos, y de paso nos retratan su decadencia, el absurdo de sus proclamas y lo ridículo de su ceguera. El nieto favorito del homenajeado acaba de escapar a Alemania occidental, su hijo vive en la desilusión y el desconcierto, su mujer le aguanta como puede y sus antiguos camaradas le tratan como a una reliquia viva , a la que se dirigen con acartonados discursos que todos sospechan están huecos. Más allá del personaje central, están las vidas de sus familiares, parte de los cuales son de origen ruso, que componen un panorama de creencias y decepciones muy real y muy triste. La película tiene el acierto de retratar, en una foto de familia, el fin de una época.

Narrativa. El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince


Alfaguara
319 pags.
Hijo ejemplar

   Héctor Abad Faciolince escribe la historia de su padre con una 
honestidad y una sencillez que resultan conmovedoras. Se vuelve niño para evocar a quien fue la persona más importante de su mundo: “yo quería algo imposible: que mi padre no se muriera nunca. Como escritor quise hacer algo igual de imposible: que mi padre resucitara. Si hay personajes ficticios –hechos de palabras- que siempre estarán vivos, ¿no es posible que una persona real siga viva si la convertimos en palabras?” Es este amor filial el que permanece tras la lectura del libro; es el propio autor el que enamora, con su escritura desnuda y fresca, con la fragilidad de niño que nunca le abandona. A su padre le mataron en Colombia en 1987; era médico y activista en pro de los derechos humanos, y padecía de una ingenuidad y un  buenismo que su propio hijo reconoce, sin por ello quererle menos, o tal vez queriéndole sin límites por ello. Quien sacaba adelante a la familia era su madre, que montó una empresa sin tener preparación ni un entorno favorable. Abad padre quería un mundo mejor y murió a causa de ello. Por qué era un héroe para su hijo poco tiene que ver con la política. Es un asunto íntimo, descrito con crudeza y pasión, precioso.

Novela. El primer siglo después de Beatrice, de Amin Maalouf




Alianza Editorial
227 pags.
Distopía ineficaz
 

La distopía es lo contrario de la utopía, o sea, según la RAE, la“representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. Para ser eficaz como arma literaria, la distopía debe ser perturbadora. Según mis amigos de tertulia literaria, este libro lo es; a la mayoría les ha inquietado esta fábula sobre un mundo sin mujeres. A mí en cambio la propuesta de Maalouf no ha conseguido interesarme del todo. Me ha gustado la profesión del protagonista, un experto en insectos cuyas tareas profesionales están cargadas de preciosos simbolismos y un padre excepcional; pero su mujer, que descubre una trama internacional capaz de lograr que los nacimientos de mujeres se reduzcan de forma catastrófica, no me ha atraído lo suficiente. Tampoco me ha convencido el abismo norte-sur que plantea el libro, escrito en 1992, cuando los millones de personas del mundo antes subdesarrollado que se incorporan cada año a la clase media no existían y todo era más fácil de simplificar. Hay, eso sí, algunos párrafos que están muy vigentes: “…los hombres siguen huyendo, siempre que pueden, por barco o a lomos de mula. Son los últimos portadores de antiguas luces, escapan como las palabras de un moribundo. Para llegar a Norte, el norte del Mediterráneo, el norte del Río Grande, no necesitan brújula, sus antepasados les precedieron, el camino está inscrito en sus gentes, su dureza es llevadera y sus rigores están salvados de antemano. En los países de acogida muchos se consideran invadidos; pero, ¿qué hacer? No se tira de nuevo a un náufrago al mar”.Son destellos que de cuando en cuando lanza el libro, pero en mi opinión, la distopía que plantea Maalouf –un mundo sin mujeres, abocado a la violencia y la regresión- no tiene material literario de gran interés.