Alfaguara
319 pags.
Hijo ejemplar
Héctor
Abad Faciolince escribe la historia de su padre con una
honestidad y una
sencillez que resultan conmovedoras. Se vuelve niño para evocar a quien fue la
persona más importante de su mundo: “yo quería algo imposible: que mi padre no
se muriera nunca. Como escritor quise hacer algo igual de imposible: que mi
padre resucitara. Si hay personajes ficticios –hechos de palabras- que siempre
estarán vivos, ¿no es posible que una persona real siga viva si la convertimos
en palabras?” Es este amor filial el que permanece tras la lectura del libro;
es el propio autor el que enamora, con su escritura desnuda y fresca, con la
fragilidad de niño que nunca le abandona. A su padre le mataron en Colombia en 1987; era médico
y activista en pro de los derechos humanos, y padecía de una ingenuidad y un
buenismo que su propio hijo reconoce, sin por ello quererle menos, o tal vez queriéndole sin límites por ello. Quien sacaba
adelante a la familia era su madre, que montó una empresa sin tener preparación
ni un entorno favorable. Abad padre quería un mundo mejor y murió a causa de
ello. Por qué era un héroe para su hijo poco tiene que ver con la política. Es un asunto íntimo, descrito con crudeza y pasión, precioso.
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