Anagrama
640 pags.
Hiperrealismo nórdico
Es
esta la segunda parte de las seis que conforman “Mi lucha”, un monstruo
autobiográfico de enormes proporciones que goza de toda clase de alabanzas
entre la crítica. Se trata de una trama
hiperrealista en la que el autor nos relata su propia vivencia de escritor, hombre
enamorado y padre, y es fascinante cómo algo tan aparentemente sencillo puede
lograr engancharte. En esta segunda
pieza, Karl Ove se nos presenta como un noruego que ha triunfado ya como
escritor y que se aleja de su país y de su mujer para formar una familia en
Estocolmo con Linda, un antiguo amor al que ha vuelto.
En el libro Karl Ove se autodescribe sin complacencia alguna en una
suerte de mega selfie continuado. Sale favorecido solo a ratos, con
la cultura nórdica minuciosamente retratada como telón de fondo marcando sus
relaciones familiares y amorosas, sus vida social y su responsabilidad como
padre. Aunque a veces es inmensamente feliz, Karl Ove se debate con cierto
desasosiego en más de un conflicto, y nos lo cuenta sin contemplaciones. Su identidad
noruega se enfrenta al mundo sueco; su amor a Linda se opone a su voluntad de
estar solo; su condición de buen ciudadano convive con sus tremendas borracheras; sus ganas de ser un buen padre y la ternura que le inspiran sus
niños se contradicen con el profundo aburrimiento que le produce su crianza; las mil pequeñas rutinas que se requieren para sobrevivir en familia
–cocinar, fregar, cambiar un pañal, hablar con otros padres, asistir a las clases de parto- comparten sitio en
su vida con el activismo frenético de su mente literaria y con el estímulo que
le producen sus amistades intelectuales. Eso es el libro; no hay mucho más. El
convertir todo ello en una novela interesante requiere un talento excepcional.
Y Karl Ove Knasusgard lo tiene.
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