domingo, 7 de febrero de 2016

Novela. El sobrino de Wittgenstein, de Thomas Bernhard



Anagrama
144 pags.

La amistad como autorretrato

Thomas Bernhard nos cuenta, en primera persona, su relación con el más querido de sus amigos: Paul Wittgenstein, sobrino del filósofo, heredero de una de las familias más ricas de Europa, intelectual y loco. 

El relato comienza en los años sesenta del pasado siglo, en el pabellón de tuberculosos de un hospital, situado en un parque austriaco. En él está internado Thomas, el narrador. Muy cerca, en otro de los pabellones, el de psiquiatría, está Paul. Thomas reflexiona sobre la idea de verle y sobre la situación de enfermos que les une, y al tiempo rememora la historia de su amistad. La acción progresa luego, fuera ya del hospital, con las vidas de ambos, contadas siempre por Thomas. Su narración –un monólogo cargado de extravagancias formales- va convirtiéndose en un autorretrato despiadado, como si con las pinceladas con las nos pinta a su amigo, el autor quisiera mostrarnos quién es él. 

En este juego de retratos, el del autor se va adivinando poco a poco, sutilmente, mientras nos va dibujando a Paul en sus múltiples facetas. Como telón de fondo aparecen los mundos que ambos vivieron con idéntica pasión: hay sitio para los cafés literarios, las mujeres amadas, el  teatro, el enfrentamiento entre naturaleza y ciudad, la observación de la burguesía vienesa, los grandes conciertos y la decadencia económica de un bon vivant. Ante ellos, Thomas y Paul son almas gemelas; el autor y su amigo pululan por estos escenarios con humor, aversión, enfado o desprecio, y Thomas nos los muestra en escenas divertidas y sorprendentes, con su prosa disparatada y repetitiva.

Siendo estas descripciones interesantes, ninguna de ellas tiene la rara belleza del retrato de su amistad con Paul, ese hombre con el que estuvo “unido tantos años, hasta su muerte, a través de todas las pasiones y enfermedades imaginables”. Una amistad poliédrica, en la que caben cariño, admiración y traiciones, y en la que se refleja en toda su dimensión el personaje al que escuchamos hablar. ¿Es Thomas también un loco? ¿Un viejo gagá?  ¿Un personaje real que se nos muestra gracias a uno ficticio? ¿O simplemente la criatura de un gran estilista del lenguaje?

A lo largo de las páginas del libro,  vemos  al narrador aproximarse más y más al perfil de su amigo el loco, para erigirse al final de la historia en figura independiente, convulsa y arrepentida. El autorretrato no le ha salido nada favorable: le muestra loco y mal amigo. ¿Lo era Thomas Bernarhd? Ni idea.

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