martes, 23 de febrero de 2016

Cine. Spotlight



Sobria y eficaz

Título original: Spotlight

Duración: 118 minutos

Director: Thomas McCarthy

Guión: Thomas McCarthy, Josh Singer




    La película está centrada en el magnífico trabajo periodístico que un equipo del Boston Globe realizó en 2002 para destapar los casos de pederastia que se dieron durante décadas entre curas católicos americanos, y que la jerarquía de la Iglesia de Boston ocultó. El guión y la interpretación son un ejemplo de sobriedad y de foco en lo esencial: se trata de narrar un ejemplo excepcional de trabajo periodístico, y McCarthy lo hace con ritmo y fuerza, pero sin aspavientos; con un sereno rigor. El compromiso emocional y el impacto que el caso tuvo en las vidas de aquellos periodistas se percibe sin el menor histrionismo. Sencillamente estaban haciendo su trabajo como debían, y al tiempo enmendando errores de tiempos pasados, en los que habían dejado de lado el asunto. El periodismo también se lleva aquí su parte de crítica.
    Es una historia que parece fácil de contar, pero los guionistas han tenido que soslayar bastantes charcos para sacarla adelante de manera tan competente. Aparte de evitar tratar a los periodistas como super héroes, logran no resultar farragosos al entrar en el detalle de la estrategia del director del periódico, que decide cuál debe ser el objetivo final de la investigación y cuál es el momento en el que hay que publicarla. Esta capacidad de visión le lleva a dirigir lo fundamental del trabajo del equipo: lo importante no es destapar un número escandaloso de casos, sino lograr demostrar la política de la jerarquía eclesiástica al respecto. Y no es que el director sea un genio del periodismo, ni un taimado calculador de las ventas de ejemplares. Es, simplemente, un profesional que hace bien su trabajo, un tipo comprometido con su misión de proporcionar una información lo más relevante posible. McCarthy nos lo cuenta así, y los hechos, narrados con sencillez, le bastan para que la historia nos atrape. Otro charco que evitan los guionistas es el de las escenas escabrosas. En las escasas ocasiones en las que aparecen las víctimas, el destrozo vital que han sufrido se percibe con todo su horror, sin paliativos, a pesar del tono sereno del guión y la puesta en escena.  McCarthy sabe no perder de vista el corazón de su historia, que es la descripción de un trabajo periodístico que tuvo un impacto moral tan decisivo que produjo una conmoción profunda en la Iglesia y acabó conduciendo a un papa a pedir perdón más de una vez.

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