domingo, 28 de febrero de 2016

Cine. La juventud

Pretenciosa y vacía

Duración: 118 minutos

Director: Paolo Sorrentino

Guión: Paolo Sorrentino


     Un par de octogenarios se enfrentan a la vejez en un balneario suizo. Uno es compositor y director de orquesta (Michael Caine), y no quiere volver a escena; el otro es director de cine (Harvey Keitel), y prepara un guión del que espera mucho. Son íntimos amigos desde la juventud; pasean, charlan, recuerdan, hablan de sus próstatas y bromean. Caine y Keitel son excelentes actores, y su interpretación es lo único que vale la pena de esta película pretenciosa, rebuscada y vacía. A su alrededor hay jóvenes y viejos que no aportan gran cosa, a los que Sorrentino somete a su tratamiento de sofisticación exprés, como a tontas y a locas. 
    Si en La gran belleza Sorrentino lograba una extraordinaria densidad conceptual y estética en cada escena, y aunarlas todas hasta articular una  gran película, aquí hay una corta y pega de extravagancias gratuitas, que no logra hilar un discurso coherente: Maradona enganchado a una botella de oxígeno convive con una pareja de viejos ricos que en apariencia se odian pero se entregan al fornicio entre los pinos, mientras miss universo chapotea ante los dos babeantes protagonistas y la hija del compositor se cuelga de un alpinista (literalmente). Hay una vieja actriz (Jane Fonda) dispuesta a sobrevivir como sea, y un joven y misterioso actor que se prepara para encarnar a Hitler con unos parlamentos en los que no se entiende nada; hay tremendos secretos de familia, hay un suicidio y hasta sale la Reina de Inglaterra.
     Ninguno de estos personajes y situaciones, ni el resto de los rebuscadísimos simbolismos y pretendidas audacias formales de la película, logra construir un relato sobre la vejez, o sobre la amistad, o sobre la vida, que tenga el menor atractivo. La historia de dos amigos viejos, que se debaten entre la depresión y la alegría de vivir y entre abandonarse a la decadencia o luchar por un sitio digno en el mundo queda fagocitada por una parafernalia formal bastante aburrida y, sobre todo, desconectada del corazón de la historia.

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