miércoles, 6 de enero de 2016

Novela. La puerta de los ángeles, de Penelope Fitgerald



Impedimenta.
231 pags.
Cambridge, 1908

De entrada, me gusta de este libro su portada, y la textura rugosa de sus cubiertas. Impedimenta hace unos libros preciosos. También me gusta que su autora, Penelope Fitgerald, publicara su primera novela cuando tenía 58 años, en el 75.  Y la idea de adentrarme en el Cambridge de la época eduardiana y años siguientes me parece apetecible. 

Se añade a todo ello que encuentro esta novela en la preciosa librería Farinelli, en La Granja, donde siempre compro algo porque me encanta el buen gusto con el que colocan los libros, y la idea de poder tomar una copa allí mismo.


La puerta de los ángeles, finalista del Booker Prize en 1990, cuenta la historia de Fred, un profesor de ciencias, hijo de un clérigo, y de Daisy, una chica pobre de Londres. Fred se aloja en el St. Angelicus College de Cambridge, donde el celibato es obligatorio para los residentes, lo cual es un problema, porque  se ha enamorado de Daisy. En medio de su historia de amor se cruzan  las liturgias profesorales de Cambridge, con sus rituales de discusión y sus grandes dosis de cinismo e ironía, y alguna muy inglesa historia de fantasmas. La narración nos lleva además a un hospital del Londres de 1908, maravillosamente descrito; a la redacción de un periódico, a la rectoría donde vive la familia de Fred, a un juicio, a un manicomio y al mundo rural inglés. 


Penelope Fitgerald escribe muy bien, con un estilo muy personal. Conoce muy bien el mundo académico que describe; a él pertenecen varios de sus tíos, su padre fue editor del semanario Punch y ella se educó en Oxford. Es inglesa hasta la médula y se nota que le son familiares los artificios de la vida universitaria en un lugar como Cambridge, con sus extravagancias y sus pintorescos anacronismos. Pero también describe con acierto el mundo de una chica trabajadora de Londres, sola ante sus dificultades, y pinta con gracia a las hijas del clérigo que luchan junto a su madre por el sufragio femenino. Su voz suena a veces inocente y directa, y otras irónica y distante; maneja bien el humor y transmite con la misma facilidad episodios disparatados que escenas dotadas de una cierta ternura muy sutil. Su Daisy es una mujercita que nos sorprende a cada paso con su encanto y su desparpajo, mientras que Fred es un pobre hombre sorprendido por el amor, que carga con las culpas de un mundo sin pies ni cabeza, en el que, a su pesar, encaja perfectamente.
  

No es una gran novela, pero me gusta la naturalidad con la que Fitgerald se pasea por las situaciones más absurdas, y el ingenio de sus diálogos. Tiene esa gracia contenida y fina de los ingleses; esa mirada descreída y sabia.

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