viernes, 8 de enero de 2016

Cine. Star Wars: el despertar de la fuerza



Cultura general


Título original: Star Wars. Episode VII: The Force Awakens aka

Duración: 135 minutos

Director: J.J. Abrams

Guión: J.J. Abrams, Lawrence Kasdan, Michael Arndt (Personajes: George Lucas)


Dado que la ciencia ficción me interesa más bien poco, apenas tenía un vago recuerdo de la primera película, la de 1977, alimentado por reportajes y merchandising. El estar lejos de ser una experta en sus personajes y antecedentes no ha sido un obstáculo para meterme de lleno sin dificultades en esta nueva entrega, de la que se dice que vuelve a las esencias de la primera época, y que me ha parecido mucho más entretenida de lo esperado. Contribuyen a ello varios factores: en primer lugar, como alérgica a la ciencia ficción,  agradezco esa estética arcaizante, en la que unas naves, donde nada se parece a un ordenador, funcionan con compresores, tornillos y detonadores. En segundo lugar, la galaxia es un lugar muy grande, pero hasta cierto punto manejable, como si el guionista pensara que el espectador está en condiciones de entender su geopolítica, en lugar de hacer de ella un arcano, que es lo que suelen hacer los guionistas del género con las galaxias (imposible olvidar la insoportablemente aburrida Interstellar). Además, en sus planetas hay desiertos con pinta de desierto, islas con templos de aspecto camboyano y hasta arenas movedizas, cuestión esta última que a los de mi generación nos produce una mezcla de nostalgia y confort, porque las arenas movedizas de las pelis del oeste eran una de las pesadillas más recurrentes de nuestras infancias, y ahora resulta que nos hace ilusión recordarlas.  Por otro lado, los diferentes modelos de marcianos y robots tienen un aire vintage de lo más simpático; la princesa Leila es ahora una matrona un poco cursi que aún trabaja; hay espadas fosforescentes, de las que había en nuestras casas, y algunos de los escenarios recuerdan al salón de un western, o a una estación de tren del XIX a medio construir. Y la historia, con sus tintes de culebrón medieval con vetas freudianas, se sigue con interés: No es complicado captar los equilibrios entre el Bien y el Mal, la Luz y la Zona Oscura, ni los perfiles y movidas familiares de los personajes fundamentales, por mucho que lleven sobre sus espaldas décadas de episodios y enredos. En resumen, que ver esta película es un poco como ir a un museo a ponerte al día de alguna corriente artística menor, que habías desatendido, y a pasar un buen rato mientras tanto.

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