Ravel 1, Echenoz 0
Anagrama
124 pags.
Jean Echenoz tiene fascinada a
buena parte de la crítica, que le tiene por “el discípulo díscolo del nouveau
roman”. A mí me cae un poco gordo, porque transmite en su escritura un cierto
desdén por sus personajes, y de paso –es mi sensación- por la literatura en sí.
Por ejemplo, así acaba este libro: “Se duerme, muere diez días después, lo
visten con un traje negro, chaleco blanco, cuello duro con las puntas dobladas,
pajarita blanca, guantes claros, no deja testamento, ninguna imagen filmada ni
la menor grabación de voz”. Son los ingredientes de un gazpacho sin pasar por
la tourmix, servidos por un cocinero que nos dice: “sí, ya sé que hay que
ordenar, y ocuparse de la sintaxis, y cuidar cada frase, pero qué quieres, esto
es lo que hay, y a todo el mundo le parezco extraordinario”. Echenoz parece
darnos a entender que no conviene tomarse en serio esto de la literatura.
Con
este estilo un tanto desmañado y distante, en tiempo presente y con aires de guión
cinematográfico es como aborda en este pequeño libro el trozo de vida de
Maurice Ravel que va de 1927 a 1937, y nos introduce en una época y un personaje de gran atractivo. La cuestión es que el libro se lee bien,
y tiene episodios y descripciones interesantes por ser reales y estar narrados con
detalles precisos y oportunos; Echenoz controla muy bien el equilibrio entre lo
real y lo ficticio, logra construir su
personaje y su estilo es personalísimo. Pero la irritante sensación de que no
está comprometido con el empeño de enamorar al lector acaba por contaminarlo
todo, y, no se sabe bien por qué, el libro transmite en cada página la sensación de que no hace falta leerlo.
"La irritante sensación de que no está comprometido con el empeño de enamorar al lector acaba por contaminarlo todo..." (???) Mira que le tienes manía al pobre Echenoz!!!
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