lunes, 2 de mayo de 2016

Novela. Ciudad en llamas, de Garth Risk Hallberg

El último "best seller de calidad" resulta algo excesivo
Literatura Random House
1.040 pags.



    Ciudad en llamas ha sido celebrada por la crítica como un “gran best-seller de calidad”, ese animal literario tan raro que solo de año en año aparece en las librerías. Al igual que  El jiguero, de Donna Tartt, pertenece a la variedad americana y gorda de la especie. Ocurre en Nueva York y tiene 1.040 páginas. Menos mal que lo he leído en formato digital y me he ahorrado el peso. Ha valido la pena, aunque posiblemente la novela hubiera ganado adelgazando. Sobre todo mejoraría de haber suprimido las páginas manuscritas, los recortes de fanzines y los facsímiles de documentos mecanografiados, que pretenden complementar la historia y no añaden gran cosa. Creo que son las palabras,  con una tipografía sencilla y de tamaño razonable, las que deben hablar en un libro, y tanta parafernalia me sobra.
    Pero a lo que vamos. La historia arranca en la última noche de 1976, el año del Bicentenario de los Estados Unidos, y se centra sobre todo en aquellos días que precedieron al gran apagón del verano del 77, acontecimiento que marca el punto culminante de la historia.  Hallberg funciona como un narrador avasallador, que domina todos los terrenos de la ciudad, desde el ambiente de los millonarios del Upper East Side hasta los escenarios más degradados de la ciudad; desde Central Park al East Village y el Bronx, pasando por las zonas grises de Brooklyn o Long Island, donde habita la clase media, que se caracteriza por no enterarse de nada.  Es el momento de los punks y los conciertos de los Ramones y Patti Smith, y hay una contracultura que se retrata en conciertos, drogas, casas ocupadas, edificios incendiados, fanzines, desarraigo, arte y violencia. Al tiempo la gente se enamora, y hasta tiene hijos, y los ricos luchan por seguir siéndolo, a ser posible sin ir a la cárcel. El autor logra enganchar con maestría sus biografías –unas ingenuas, otras perversas- con las de los personajes del lumpen, que también pueden ser ingenuos o perversos, conmovedores o detestables.
      Los hilos que parten del asesinato que ocurre al inicio de la novela nos conducen a un entramado de historias que se van sucediendo unas a otras con una agilidad pasmosa, encarnadas por personajes atractivos, vivos y creíbles incluso en la disparatada red de coincidencias que los conecta. Hallberg consigue además que un cierto tono apocalíptico se filtre entre sus líneas argumentales, de manera que en todo momento tenemos la sensación de que las llamas a las que alude el título no evocan solo los incendios que ocurren en el libro, sino que tienen también que ver con las armas de fuego y con cosas que pasan en el interior de los personajes. Y el clima de fin de época que construye Hallberg provoca que, alguna manera misteriosa y premonitoria, la pólvora de los fuegos artificiales del Bicentenario y los atentados de los grupos extremistas contraculturales de los 70 se emparejen en la mente del lector con las llamas que sabemos aparecerán un día en las torres gemelas. Todo resulta muy inquietante, muy cercano.
    El único problema es la dimensión. El último tercio del libro, a pesar de que contiene páginas trepidantes, resulta excesivo. Llega un punto en el que tienes la sensación de necesitar salir cuanto antes de tanto enredo. Y el desenlace tarda en llegar. La escritura de Hallberg se mantiene ágil, pero la carrera es demasiado larga. Cansa un poco llegar al final.

1 comentario:

  1. Qué bien escribes!!!
    "El jilguero" me agotó.
    ¿Volveré a intentar digerir otro de la 'variedad americana y gorda de la especie'?
    SAludos!!!

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