El mago Nabokov
Anagrama
389 pags.
¿Cuántas
páginas se habrán escrito sobre Lolita?
La obra más conocida de Nabokov ha merecido cientos de libros, estudios,
ensayos, conferencias, películas y artículos.
Buena parte de ello está disponible en internet. ¿Qué sentido tiene
entonces escribir unas líneas sobre mi experiencia al leerla? Pues bien, me
gusta hacerlo para revivir y fijar lo leído, y también como un minúsculo agradecimiento
al autor. Dice Nabokov en el epílogo del libro: “Para mí una obra de ficción solo existe en la medida en que proporciona
lo que llamaré, lisa y llanamente, placer estético”. Y estas son, sin duda,
las dos palabras que engloban mejor cuanto encontramos en la lectura de Lolita. Placer estético. Aunque hay
mucho más.
Como
dice el propio Nabokov, la historia del profesor de literatura Humbert Humbert
y Lolita, la niña de doce años con la que se enreda en una aventura que marca
su vida para siempre, no es una historia pornográfica, ni una novela
moralizante. Tampoco es una alegoría –el autor detestaba los símbolos- del
Viejo Mundo pervirtiendo al Nuevo, ni al revés, un retrato de la joven América
pervirtiendo a la Vieja Europa. No es tampoco una novela antiamericana, ni es
“la gran novela americana, escrita por un ruso”. “Es pueril leer una novela solo para informarse sobre un país, o una
clase social, o el autor”, dice Nabokov. ¿Por qué, entonces, leer Lolita? Decía arriba que por el placer
estético, y por mucho más: Por disfrutar de su prosa deslumbrante. Porque la
intriga no desfallece nunca. Porque la voz de Humbert Humbert, que es la voz de
un asesino y un pervertido, y también la de un hombre enamorado, sabe ser
apasionada, inteligente, divertida, tierna, desgarrada. En definitiva, porque la
audacia formal con la que Nabokov construye la historia, y, en particular, a ese
monstruo-víctima llamado Lolita, no es un fuego de artificio, por mucho que
enfrente al lector con las muchas y sorprendentes caras de eso que llamamos
arte o belleza, sino que está fuertemente anclada en el fondo de la historia. Una
pequeña muestra: Humbert vuelve a la cabaña donde le espera Lolita. “No se había lavado, pero tenía los labios
recién pintados, aunque muy descuidadamente, y sus dientes anchos brillaban
como marfil manchado de vino, o como esas fichas rosadas que se usan en el
póquer”. No hay nada extravagante, ni vulgar, ni artificioso en esta prosa.
Solo hay sutileza y precisión, elegancia y belleza al plantear una descripción,
cargada de sugerencias, que nos convierte en algo más que observadores de
Lolita, porque nos hace sentir algo
por ella.
Me
han interesado las connotaciones literarias de la trama, la aguda mirada a la
América de los moteles y los suburbios de clase media, la coherencia del
complejo discurso del narrador, y, sobre todo, la maestría con la que
construye el personaje de Lolita. A
pesar de que es Humbert quien habla, y por tanto es su enloquecida perversión
la que dibuja con trazo apasionado a su amada, hay discretas pinceladas, que parecen
escapársele y nos permiten ahondar en la imagen de Lolita, más allá de su actitud desafiante, su descaro de niña mimada,
sus mañas de putilla y su adorable
coquetería. Hay apenas unas líneas para mostrar cuanto sentía y pensaba Lolita junto a Humbert, pero son
suficientes: “Sonriendo con cierta
tristeza, apodé a Lo mi Princesa Frígida. No comprendió esa melancólica broma”.
O: “cada noche –todas y cada una de las
noches- Lolita se echaba a llorar no bien me fingía dormido”. O: “me impresionó el hecho de que, sencillamente,
no sabía una palabra acerca de la mente de mi niña querida (…) Al vivir, como vivíamos, en un mundo de mal
absoluto, nos sentíamos extrañamente avergonzados cada vez que yo intentaba
conversar de algo (…). Lolita
acorazaba su vulnerabilidad mediante vulgares desplantes y aburrimiento”.
Winston
Manrique, en El País, se lamenta de la pérdida en la traducción. “Un ejemplo -dice- es ese primer párrafo hipnótico, que en español, aunque es cautivador,
no es el mismo: "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado
mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos
paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes.
Lo.Li.Ta". Mientras que en el inglés original las frases mágicas
nabokovianas que abren la historia suenan así: "Lolita, ligth of my life,
fire of my loins. My
sin, my soul. Lo-lee-ta: the tip of de tongue taking a trip of three steps down
the palate to tap, at three, on the teeth. Lo.Lee.Ta". Pues sí, Nabokov es un mago.
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