Interesante y entretenida
316 pags.
La Esfera de los Libros
Eduardo Garrigues nos cuenta aquí
la gesta de Bernardo de Gálvez, el español que contribuyó decisivamente a la independencia
de Estados Unidos tomando la plaza de Pensacola, en el Golfo de Méjico. El autor nos sitúa al personaje en su entorno familiar
y amoroso, y nos pinta el escenario militar, político y diplomático de su
peripecia. Gracias a la estupenda documentación que maneja y a su eficaz narrativa,
en la que prima la información sobre la literatura, nos adentramos con facilidad en un mundo complejo: es la época
en la que España se debatía entre los pactos de familia de los Borbones, la
rivalidad con Inglaterra -a la que declara la guerra-; el afán de consolidar nuestras posiciones en el Golfo
de Méjico; las demandas de apoyo que se recibían de los Estados Unidos, que acababan de
declarar su independencia y que podrían emerger como una potencia con la que convenía estar a bien, y la necesidad de evitar que cundiera el ejemplo independentista en nuestras colonias.
En la cuadratura de tantos intereses
cruzados, la figura de Gálvez surge como la de un hombre de acción, un doer, que dirían siglos después los
americanos a los que ayudó a emanciparse. Me ha parecido especialmente
interesante y bien tratado su conflicto con los mandos de la Marina que debían
seguirle en su arriesgada aventura de adentrarse en la bahía de Pensacola, y
que veían en él más al gobernador de la Luisiana que al militar del que podían
fiarse. Por encima del episodio que da origen al título del libro, la fe de
Gálvez en la empresa que tenía entre manos, su valor personal frente al
remoloneo de los marinos de toda la vida
y, en una palabra, su liderazgo, son los rasgos del personaje que aparecen
con más nitidez. Al fondo vemos a Carlos III, menos
inteligente de lo que pensábamos; al
conde de Aranda, un embajador en París con gran olfato estratégico, a quien la
corte regateaba apoyos en su afán pro-estadounidense; a Benjamin Franklin, de
viaje a Europa con su famosa peluca; a los presos que viven en condiciones
infrahumanas en las minas de Almadén y a una serie de personajes secundarios,
algunos históricos y otros a caballo entre la historia y la ficción, que, dedicados al espionaje, la política o el contrabando, están
muy bien descritos y completan la diversidad argumental de la historia.
Eduardo ha manejado una gran
cantidad de documentación y la ha seleccionado pulcramente, con habilidad de escritor
empeñado en cautivar a sus lectores. Lo ha logrado, porque acierta con la
estructura de distintas voces narrativas, porque la acción transcurre con nitidez
y agilidad y porque lo que cuenta es muy interesante.
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