viernes, 4 de abril de 2014

Novela: El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad

Alianza Editorial. 184 pags.
Oscuridad
Preguntaban el otro día en El Cultural si existe una “alta” y una “baja” literatura y se me ocurre pensar si habrá también una literatura placentera y otra no, independientemente de su altitud. Si la respuesta es que sí, como creo, entre los libros no placenteros situaría sin duda esta novela de Conrad, en la que se describe el viaje de Marlow  por el río Congo para relevar a Kurtz, representante de una compañía dedicada a la explotación de la selva. En su magnífico prólogo Araceli García Ríos dice que el tema que preocupa a Conrad es la soledad humana. Creo que también lo es el mal. En la mirada de Marlow –que es la mirada de Conrad- hay una indagación moral constante que nos lleva de la mano a contemplar lo que es, al final de la vida de Kurtz, el resumen de cuanto ha encontrado en África: “el horror, el horror”. Conrad  nos muestra el horror –el mal- no solo en lo que el hombre hace a la naturaleza –la explotación colonial, la mezquindad de los peregrinos- sino en la manera en que la naturaleza, o más bien lo incomprensible de la naturaleza, deshace al hombre. La selva es en estas páginas un personaje más, con poderes propios para arrancar al ser humano de una existencia con sentido hasta hundir su alma en la oscuridad más total;  un ente que despliega violencia  y provoca miedo, vértigo y desolación; un animal que habita en las tinieblas, ante el cual el hombre siempre está solo y perdido.  Sus habitantes son apenas un apéndice de su cuerpo  monstruoso –adjetivo muy presente en la descripción-, salvajes cuya violencia es solo parte del “negro e incomprensible frenesí” que acecha en cada orilla del río. “Kurtz simboliza la fusión de las tinieblas de la selva con la oscuridad interior del ser humano”, dice García Ríos. El viaje de Marlow es el viaje, espléndidamente descrito, hacia esa oscuridad. No es un viaje grato.

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