miércoles, 1 de noviembre de 2017

Cine. The bookshop (La librería)



Título original: The bookshop (La librería)
Directora: Isabel Coixet
Guión: Isabel Coixet (Novela: Penelope Fitzgerald)

Sentido y sensibilidad
   
   El principio parecía predecir un juego de dicotomías convencional: el espíritu emprendedor frente a la resistencia de lo establecido, la bondad del débil amenazada por la maldad del poderoso,  el valor de alguien que quiere ser libre versus la mezquina cobardía de los acomodados. Ese es el sentido inicial de la historia, pero la sensibilidad de su directora la lleva mucho más lejos, y Coixet y su fabuloso reparto  logran un película llena de matices, sorpresas y emoción.
  En un pueblo costero de Inglaterra Mrs. Green, una joven viuda, tímida pero decidida (espléndida Emily Mortimer) decide poner una librería, en contra de los manejos de la gran señora de la sociedad local (Patricia Clarkson) y de su corte de pelotilleros. El magnífico Bill Nighy interpreta a un viudo  a quien la librería de Mrs. Green devuelve algo parecido a la ilusión.  Vive en su gran casa de campo cultivando un aislamiento total y dedicado solo a la lectura. Todo en él es contención y elegancia; nada es obvio. Con trazos finísimos el guión y la interpretación de Nighy construyen un personaje que es al tiempo reprimido y exuberante, expresivo y sugerente, tímido y violento. Ellos dos son el corazón de la película.
  Contra viento y marea, Mrs. Green avanza en su proyecto, con la sola ayuda de una niña sabihonda llena de encanto y de su nuevo amigo, a quien introduce en la literatura de Bradbury y Nabokov. Lolita entra en la vida del pueblo y la librería es un sueño hecho realidad, pero el mal no descansa, y el proyecto de Mrs. Green está amenazado. Suceden acontecimientos dramáticos que son tratados con delicadeza y creatividad. La historia desemboca en un final  redondo, inesperado, tremendo.  
  Estamos ante una historia de soledades que se encuentran, de alegrías incipientes, de tímidas segundas oportunidades; una historia con un hondo sentido moral, en la que cada gesto es sutil, bello y emocionante. Los secundarios son de una expresividad asombrosa y hay un cuidado exquisito en los decorados, el vestuario, los paisajes; Coixet nos sorprende con caras que hablan a la cámara, con destellos de humor y con una crítica social resuelta de forma nada obvia, encarnada en seres reales que convencen, no en planteamientos rutinarios de lo políticamente correcto. Por eso enseguida la trama está muy lejos de ese relato previsible que temíamos al principio y la película es una delicia.  
   

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