Inteligente, divertido y muy literario discurso podemita
Anagrama
577 pags.
Sí,
ya sé que son muchos adjetivos para un título, pero no me resisto a calificar
de un tirón esta estupenda novela, que está estructurada, documentada y narrada
con gran talento, que contiene páginas hilarantes, que está construida con
materiales cinéfilos y metaliterarios y cuyo argumento se sostiene sobre el
gran principio podemita: los ricos son el infierno y la causa de todos nuestros
males; ellos, y su contubernio ancestral con las élites, son la peste de
nuestro tiempo; ellos y su alianza con los medios de comunicación, con la industria,
los bancos, las mafias internacionales y los partidos políticos de izquierda y
derecha, que pastelean en la basura del establishment, son el Mal.
Luego
está la gente. Michael
pertenece a este segundo grupo, el de las víctimas de los recortes en la
sanidad pública, el de los envenenados por las grandes corporaciones
alimentarias, el de los animalillos que son torturados para aumentar las
ganancias de los ganaderos, el de los artistas, los que van en bici, los
jubilados, los estafados por los bancos, etc etc. La mayor parte de la historia de Michael transcurre en los
años de Margaret Thatcher y el retrato social que Coe hace al hilo de su trama
es implacable.
Michael,
que en las mejores páginas de la novela actúa como narrador, es un escritor
estancado, que vive en el aislamiento más total por oscuras razones y que un
día recibe el encargo de escribir la historia de la familia Winshaw. Y los
Winshaw son la encarnación del mal. Ningún formato de la corrupción les es
ajeno: filonazis, traficantes de armas, acosadores de mujeres, sádicos,
traidores, trepas, estafadores y asesinos. Coe ha tenido el acierto de no
regatear negrura en su retrato, que es más bien paródico y que está escrito con
un sentido del humor impagable. Otro de sus aciertos es la habilidad con que
salta de este registro –la descripción despiadada y satírica de los malos en su grotesca salsa- al
tono intimista con que nos conduce al mundo de Michael, que poco a poco va
saliendo de su agujero y empieza a construirse a sí mismo, mientras revive
recuerdos de su infancia, inicia nuevas relaciones y va descubriendo quién es,
gracias a las audaces sorpresas que la trama nos va ofreciendo. Coe nos
introduce en este abrirse de Michael al mundo con una finura espectacular. Cuando
utiliza la voz del propio Michael es tierno, divertido, ácido a ratos, siempre
inteligente. Cuando es un narrador omnisciente quien lo presenta o se sirve de supuestos documentos es de una
agilidad adictiva.
Los distintos personajes con los que se va relacionando Michael están también magníficamente construidos, en especial los que tienen relación con la trama de la familia Winshaw: el idealista que se inflitra entre los traficantes de armas, la joven artista acosada por el malvado y poderoso marchante o el detective de inofensivas perversiones que investiga a los Winshaw nos proporcionan escenas deliciosas. Aunque en realidad todos los personajes de una forma u otra están relacionados con los Winshaw, porque Coe tiene la inteligencia de fabricar con buenos y malos un culebrón de tomo y lomo, en el que los hilos argumentales se cruzan de forma absolutamente rocambolesca, a pesar de lo cual el talento del escritor Coe sobresale en cada momento, desde los inicios –magnífico ese Michael patoso que empieza una relación con su vecina que nos hace preguntarnos si alguna vez le veremos echar un polvo con alguien- hasta el final, en el que pasamos de una trama a lo Agatha Christie al sorpresón de las últimas dos páginas.
El
prólogo de Kiko Amat es prescindible. Se empeña en que sepamos que ha captado
las referencias cinéfilas y literarias del libro, que corren paralelas a cuanto
arriba se ha reseñado y que tienen la virtud de estar muy curradas, sin entorpecer
la historia. La peripecia de Michael se muestra vinculada a una película inglesa
de segunda fila que le marcó en su infancia, y esta es una referencia
fundamental, que está muy bien trabajada y sirve al autor para parodiar escenas, pero sobre todo para hablarnos del miedo a vivir. Los distintos personajes con los que se va relacionando Michael están también magníficamente construidos, en especial los que tienen relación con la trama de la familia Winshaw: el idealista que se inflitra entre los traficantes de armas, la joven artista acosada por el malvado y poderoso marchante o el detective de inofensivas perversiones que investiga a los Winshaw nos proporcionan escenas deliciosas. Aunque en realidad todos los personajes de una forma u otra están relacionados con los Winshaw, porque Coe tiene la inteligencia de fabricar con buenos y malos un culebrón de tomo y lomo, en el que los hilos argumentales se cruzan de forma absolutamente rocambolesca, a pesar de lo cual el talento del escritor Coe sobresale en cada momento, desde los inicios –magnífico ese Michael patoso que empieza una relación con su vecina que nos hace preguntarnos si alguna vez le veremos echar un polvo con alguien- hasta el final, en el que pasamos de una trama a lo Agatha Christie al sorpresón de las últimas dos páginas.
En resumen, una novela de lo más recomendable. ¡Mil gracias, Ignacio!
Ha sido una de mis mejores lecturas en mucho tiempo, y lo mejor que he leído de Jonathan Coe hasta ahora (siendo su primera novela). La desconcertante 2ª parte con su cambio de registro a comedia bufa de asesinatos (“Muertes programadas”) resulta ser un remake exacto de la peli What a carve up! de 1961, de la que se pasa hablando toda la novela. La peli está integra en Youtube (https://youtu.be/xUvanNjCqrY), y la famosa escena con Kenneth Connor y Shirley Eaton empieza en el minuto 41. Gracias por la mención de uno en tu comentario!
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