Tusquets. 646
pags.
Gran novela
La novela es a menudo retrato de un pueblo y una
época, y Fernando Aramburu sido comparado por Patria con el Tolstoi de Guerra
y Paz, o el Galdós de Episodios Nacionales.
No me parece exagerado. Su retrato de la Guipúzcoa rural en los años que van
del nacimiento de ETA a su abandono de las armas es sencillamente magistral.
Patria narra la historia de dos familias, gobernadas por
dos madres vascas: Bittori y Miren. Viven en un pueblo pequeño, muy cerca de
San Sebastián, a donde acuden cada sábado a merendar juntas. Esa tarde cotillean,
se ríen, se sienten un poco más libres. Son íntimas. Así están las cosas hasta
que la vida -o ETA, o el conflicto, o el Mal, he aquí el meollo moral del libro- las convierte en enemigas:
Bittori, en el lado de las víctimas del terrorismo. Miren, en el de los
familiares de los presos. Ambas son fuertes, obstinadas, solitarias; solo
parecen querer de verdad a una persona: Bittori a su marido, con quien habla
ante una lápida; Miren a su hijo, con quien se reúne en el locutorio de una
cárcel. Pero no nos equivoquemos, no hay
equidistancia; en la novela hay víctimas y verdugos, y el núcleo central de la
trama es el acoso y derribo (hasta la muerte) de un hombre que no se plegaba a
ETA. Y los daños colaterales.
Patria es un libro-crónica articulado gracias a personajes
de un vigor y una veracidad estremecedora, sobre todo algunos de ellos. En la
familia de Miren el personaje central, tras la
ama, es Xose Mari, el hijo terrorista, cuya historia nos muestra la
transformación de un chaval bravucón y gamberro en un asesino; la génesis de un
fanático desalmado. Sus hermanos, Gorka y Arantxa, son dos personajes lúcidos e
impotentes, que crecen asfixiados por la opresión del ambiente abertzale,
huérfanos de libertades, vigilados y perseguidos por los agentes de la
liberación de Euskal Herria que les han tocado en gracia: la madre, el hermano,
el cura, la cuadrilla, el dueño del
bar, los ojos y los oídos que saben si eres o no leal a la causa, si estás con nosotros
o con esos. En especial Arantxa (y su enfermedad,
síndrome del cautiverio, metáfora terrible) constituyen uno de los elementos
esenciales del libro, porque nos muestra un tipo de víctima del terrorismo con
el que no estamos tan familiarizados. La mirada de Arantxa al mundo etarra –que
es el mundo de su madre, de su hermano, de sus amigas- nos da un ángulo nuevo
para mirar la degradación moral de la
sociedad que alimenta y sufre el
terrorismo. Esa perspectiva, esa mirada desde dentro, nos proporciona una
imagen tan escalofriante como la de los telediarios: nos muestra el relato pro
etarra con todos sus mecanismos dialécticos para disculpar el asesinato en boca
de una madre implacable, que discute con el marido, con la hija, que odia a la
que fue su amiga, que exige a cualquiera
que quiera acercarse a ella que comparta su odio, su xenofobia, su fanatismo. Xosian,
el marido de Miren, es un pelele, un pobre hombre sumido en una cobardía que
inspira al tiempo asco y compasión.
En
el lado de Bittori, el de las víctimas del terrorismo, tampoco hay un duelo
vivido de la misma forma. Está el hijo médico, Xabier, que se niega a sí mismo
la alegría, que se resigna a desaparecer del mapa y que no reclama nada, y
Nerea, la hija desorientada, avergonzada
de ser víctima, intentando escapar, sin lograrlo, de la atmósfera del crimen,
queriendo hacer como si nada hubiera pasado, pero portadora de un dolor
infinito. El libro les acompaña desde el asesinato de su padre, siendo ella y
su hermano muy jóvenes, hasta su madurez, y nos muestra sus heridas, y su huida,
y el dolor que produce esa huida en su madre, porque Bittori no quiere escapar,
sino zanjar las cosas, que los malos vean su maldad, averiguar qué pasó, que le
pidan perdón y perdonar. Un esfuerzo ímprobo y solitario el de Bittori.
Aramburu
ha resuelto esta historia a través de 124 capítulos muy cortos, con estructura
de relatos breves. La acción va y viene a través de casi cuarenta años. El
narrador funde su voz con la de los personajes, que hablan en primera persona.
Todos hablan con frases breves, secas, repletas de modismos locales. Parece
oírse el acento vasco. No es gente de expresión emocional, ni de gestos
sentimentales. Un hombre tiene que morirse para que su mujer le diga que le
quiere. Es este uno de los grandes méritos de la novela: personajes bien
perfilados, conmovedores, profundos, que pueden
odiarse, pero tienen un lenguaje común. No son españoles y vascos. Son
todos euskaldunes, conocedores de la lengua vasca, enamorados de su pueblo, parcos
en palabras, apasionados a su manera. Este lenguaje común que usa el narrador y
sus personajes, sean estos víctimas o verdugos, nos hace más evidentes las
preguntas: ¿Qué demonios les ha pasado para que unos hayan decidido torturar a
los otros? ¿Por qué han empezado a odiarse los que antes se querían? ¿Qué puede hacer que sometas a tus mejores
amigos a la tortura del aislamiento, el desprecio, el acoso, la indiferencia?
¿Qué puede hacer que disculpes su asesinato? Episodio a episodio, día a día,
conversación a conversación, Aramburu construye una historia en la que se nos
sitúa tan cerca de las respuestas como es posible. Sabe de lo que habla. Conoce
el papel repugnante de buena parte de la iglesia vasca, la bazofia
propagandística de ETA y sus métodos de coacción, las dificultades para ser
libre en un pueblo pequeño dominado por los abertzales, los entresijos de la vida en un comando
etarra y la eficacia brutal de la
respuesta anti terrorista del Estado. Espectacular.
Tal
vez sobre alguna trama complementaria. Es tal la fuerza del río central del
libro, que todo cuanto se nos narra es examinado a la luz de esa historia, y a
alguna trama –lo que le ocurre a Ramontxu, el amigo de Gorka, con su hija, o
las andanzas amorosas de Nerea- le falta un encaje claro en el corazón de la novela.
Pero el dinamismo de la estructura en capítulos cortos, lo poderoso del
lenguaje que utiliza, la agudeza y profundidad de sus diálogos y descripciones
y la veracidad que se desprende de cuanto hacen y dicen sus personaje arrastra
cualquier duda. El libro interesa, y emociona, de principio a fin.
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