Título original: Manchester by the sea
Duración: 135 minutos
Director: Kenneth Lonergan
Guión: Kenneth Lonergan
Reparto: Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler.
Es difícil encontrar películas
tan redondas como esta. Lonergan acierta
plenamente al elegir un tono frío y distante para relatarnos una historia
sobrecogedora. Hay una ausencia total de sentimentalismo en este retrato
hiperrealista de la tristeza. Es tal el acierto en el tono que los chispazos de
humor encajan a la perfección; es tal la inteligencia del guión y la
interpretación que de un relato que podría ser un dramón de una ñoñería
insoportable surge una gran película.
La historia es la siguiente: Lee Chandler (Casey Affleck) es un hombre solitario y violento que regresa a su pueblo con motivo de la muerte de su hermano. El suceso que dio un vuelco a su vida hace años, y que le conmocionó para siempre, vuelve a estar presente con toda su fuerza ante él, mientras debe hacerse cargo de su sobrino adolescente. Podría ser un patético tvmovie, pero es un peliculón.
La tristeza, la culpa, la desesperanza y el hundimiento en la fatalidad, con todos sus matices y daños colaterales, impregnan la atmósfera que logra construir Lonergan de principio a fin. Es esta una de esas películas que logran esa suerte de efecto burbuja que solo consigue el buen cine; ese denso microclima emocional en el que uno se sumerge porque todo cuanto ve y oye tiene sentido, porque todo encaja: cada frase y cada gesto de los personajes, la música o la expresividad de la naturaleza en acción. En el interior de esa burbuja, el relato avanza con una estructura narrativa a base de flashbacks, que te introducen en la mente de Lee para inocularte su angustia, su sufrimiento y su impotencia. El presente está dominado por la pugna entre la desesperanza y las ganas de vivir, porque la vida lucha por abrirse paso, a pesar de todo: la vida en forma de sexo, de amistad, la vida que es un barco que aún puede hacerse a la mar, o es el sol que empieza a asomar tras un invierno durísimo, o el nacimiento de un bebé, o la capacidad de hacer un chiste.
Qué serio, qué veraz y qué real es todo cuanto nos cuenta Lonergan. Con qué talento nos muestra cómo a veces la vida no llama con suficiente vigor a la puerta de los desesperados. Cómo domina el lenguaje del cine.
La historia es la siguiente: Lee Chandler (Casey Affleck) es un hombre solitario y violento que regresa a su pueblo con motivo de la muerte de su hermano. El suceso que dio un vuelco a su vida hace años, y que le conmocionó para siempre, vuelve a estar presente con toda su fuerza ante él, mientras debe hacerse cargo de su sobrino adolescente. Podría ser un patético tvmovie, pero es un peliculón.
La tristeza, la culpa, la desesperanza y el hundimiento en la fatalidad, con todos sus matices y daños colaterales, impregnan la atmósfera que logra construir Lonergan de principio a fin. Es esta una de esas películas que logran esa suerte de efecto burbuja que solo consigue el buen cine; ese denso microclima emocional en el que uno se sumerge porque todo cuanto ve y oye tiene sentido, porque todo encaja: cada frase y cada gesto de los personajes, la música o la expresividad de la naturaleza en acción. En el interior de esa burbuja, el relato avanza con una estructura narrativa a base de flashbacks, que te introducen en la mente de Lee para inocularte su angustia, su sufrimiento y su impotencia. El presente está dominado por la pugna entre la desesperanza y las ganas de vivir, porque la vida lucha por abrirse paso, a pesar de todo: la vida en forma de sexo, de amistad, la vida que es un barco que aún puede hacerse a la mar, o es el sol que empieza a asomar tras un invierno durísimo, o el nacimiento de un bebé, o la capacidad de hacer un chiste.
Qué serio, qué veraz y qué real es todo cuanto nos cuenta Lonergan. Con qué talento nos muestra cómo a veces la vida no llama con suficiente vigor a la puerta de los desesperados. Cómo domina el lenguaje del cine.
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