Lo poco que sabemos de Jackie
Título original: Jackie
Duración: 95 minutosDirector: Pablo Larraín
Guión: Noah Oppenheim
En lo que Larraín quiere contarnos
lo más importante no son las imágenes del momento del asesinato de John
Kennedy, ni la belleza de Natalie Portman y su vestuario, ni los interiores de
la Casa Blanca, ni los preparativos del entierro, ni la relación entre Jackie y
el resto de los afectados por el magnicidio –su cuñado Bobby; sus hijos,
el presidente entrante, Johnson, y el personal afecto a la
primera dama- . Sin embargo, es lo que más me ha interesado en esta película sobre Jackie Kennedy en los
días posteriores al asesinato de su marido. Lo que el director aspira a
transmitir es el lado oculto de Jackie en la tragedia; lo que sintió y pensó; cada
milímetro de su intimidad.
Y para ello, claro está, recurre a la invención,
puesto que no existen evidencias que nos den certeza de esa intimidad, más allá
del horror de ver la cabeza de su marido pulverizada por un balazo sobre su
falda y de la angustia por sus hijos y su futuro. Lo que inventa Larraín no es que esté
mal, ni tiene por qué no ajustarse a la realidad. Dicen que a Jackie siempre el
preocupó mucho el dinero, y que por algo se casó luego con Onassis, y esta
inclinación se ve bien reflejada en alguna de sus reflexiones. También encaja
que quisiera un entierro con vocación de fijar la imagen del legado de JFK, y
su foto saliendo de la Casa Blanca con un niño de cada mano coincide con ello. Pero
Jackie es una gran desconocida; una mujer hermética de la que sabemos muy poco.
Los medios la encumbraron, junto a su guapo marido, por su juventud y su elegancia, e
hicieron de ella un mito a un tiempo fresco y glamouroso, pero poco sabemos de
su auténtica personalidad. Aquí aparece, además de tristísima, frívola y
caprichosa; descentrada e irresponsable. Acabas un poco harta de ella.
En resumen, el problema es que el
tono grandilocuente con que Larraín pretende convencernos de que ha entrado en
el alma de Jackie no casa con lo poco que conocemos de su figura pública, de
forma que el guión desprende una cierta sensación de impostura. No te crees su
conversación con el cura, ni con el periodista que va a entrevistarla, el cual en
la vida real publicó una entrevista con ella que se parece poquísimo a lo
hablan en la película. Sus reacciones -expresadas de forma extremadamente prolija, porque ella es el corazón de la película- no acaban de tranmitir emoción, porque, a pesar de la buena interpretación de Natalie Portman, nunca dejas de recordar que nadie sabe nada sobre Jackie.
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