miércoles, 11 de enero de 2017

Novela. Amigos y amantes, de Iris Murdoch



Lumen. 538 pags.
No acabo de verlo

    Iris Murdoch es una muy respetada escritora irlandesa, de cuyos libros Ignacio Echevarría ha dicho que han sido para él “una provisión impagable de diversión, de dicha, de conocimiento moral”, y sobre cuya obra se pregunta Bloom: “¿Acaso hay algún novelista inglés vivo que posea la exuberancia y el pulso narrativo que tiene Murdoch?” A lo que Echevarría responde: No. Pues bien, con estos datos tan prometedores, me meto en la lectura de “Amigos y Amantes”. 
   Alrededor de un matrimonio de mediana edad, muy bien avenido y lleno de tolerancia mutua en cuestión de fidelidad –el alto funcionario Octavian, y su atractiva mujer, Kate- viven una serie de personajes, todos ellos torturados por secretos íntimos y relacionados entre sí por una trama de afectos, hipocresías, represiones y anhelos que van evolucionando a lo largo de la novela sin que en ningún momento nada tenga, en mi experiencia lectora, potencia suficiente. El suicidio de un compañero de Octavian –que podría ser un asesinato- da lugar a una investigación en la que descubrimos más material típicamente inglés: perversiones sexuales –más bien inofensivas-, chantaje y golfería. Los personajes se lían y se deslían, los misterios se resuelven y la verdad es que acabo el libro sin que me deje mucha huella, con excepción de alguna idea, como esta reflexión final del protagonista, que destaca Rodrigo Fresan en Babelia: "Amar, reconciliar, perdonar, esto es lo único que tiene importancia. Todo poder es pecaminoso, y toda ley es frágil, la única justicia radica en el amor, radica en el perdón y la reconciliación, no en la ley". 
    Continuando con Rodrigo Fresan, está claro que no comparte mi falta de entusiasmo, y destaca estos ingredientes en el libro: 1. Atardeceres y mareas. 2. Guiños de antiguos dioses. 3. Sentimientos cruzados y sexualidad enredada. 4. Incidentes domésticos (la amputación de un pie) y catástrofes universales (Dachau). 5. El inevitable perro (que aquí se llama Mingo) como testigo de las animales acciones de los humanos. 6. La fascinación un tanto décontracté por el budismo zen y sus alrededores (los iniciados detectaran una tan admirada como admirable reescritura de un episodio de El relato de Genji). 7. Las alusiones a algún pintor clásico (que aquí es Bronzino). 8. Abundantes disquisiciones filosóficas y metafísicas (sombras de Canetti y Wittgenstein) girando alrededor del deseo, del dolor, y del deseo de causar dolor. 9. La comprensión de que lo verdaderamente sobrenatural reside dentro y no fuera de los hombres. 10. La certeza de que nunca habrá un mayordomo a quien acusar…  Y sigue diciendo: “Todo esto -un policial no de acción sino de ideas- presentado con el cerebral frenesí de una sucesora cum laude del teatral William Shakespeare (uno de los mejores pasajes se pregunta por qué jamás escribió una obra sobre Merlín), pasado por el filtro novelístico de León Tolstói con una ambigüedad muy Henry James. 
   Mmmmm……

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