jueves, 19 de enero de 2017

Cine. Silencio



Título original: Silence
Duración: 159 minutos
Director: Martin Scorsesse
Guión: Jay Cocks, Martin Scorsese (Novela: Shusaku Endo

   La película cuenta la historia de dos jesuitas portugueses, que viajan a  en el siglo XVII al Japón en busca de un misionero del que se dice ha apostatado de su fe, como consecuencia de la brutal represión que las autoridades niponas han impuesto a los cristianos. Los jesuitas son jóvenes y puros, y encuentran un Japón en el que los cristianos viven su fe en la clandestinidad, afrontando persecuciones que pronto les conducen a la tortura y el martirio. He leído tantas opiniones y tan diversas sobre esta película, y me pareció tan confuso su mensaje, que me cuesta lanzarme a escribir algunas conclusiones. Lo haré sin renunciar al “spoiler”, que, en esta ocasión, me parece imprescindible para relatar la experiencia.
  Empezaré por decir que no me ha parecido un bodrio larguísimo y repetitivo, como dice más de uno. Me interesó cada minuto y me pareció que la evolución de los personajes y sus conciencias –y ese bello retrato de la naturaleza y la sociedad del Japón del XVII, con imágenes espectaculares, como la de los mártires crucificados en el rompeolas- se merecían la extensión de la película. Tampoco me ha parecido el relato de una trágica experiencia espiritual, con vocación de ejemplificar el arraigo que puede tener la fe en el alma humana, como dicen otros. 
  No he conseguido empatizar con la fe de los jesuitas, ni con la de los japoneses, ni he logrado conmoverme profundamente por el dilema fundamental de la historia, que dirime la cuestión de si pisar la imagen de Jesús –y con ello apostatar- era o no lícito cuando se trataba de salvar, no solo la vida propia, sino la de otros. El dilema es resuelto a las primeras de cambio por uno de los jesuitas, que anima a los pobres campesinos a pisar la imagen para evitar las torturas, y es sin embargo el gran conflicto que progresa hasta el final, y acaba arrasando al protagonista. Que el apostatar es un acto de amor y salvación me parece que resulta bastante claro desde el principio, por lo que el conflicto central pierde vigor en el primer tramo de la película, aunque es cierto que permanece el suspense sobre el desenlace. Cuando, al final, asistimos a la apostasía de Rodrigues, y le vemos convertido en un funcionario que colabora moderadamente en la persecución del cristianismo, mientras mantiene viva su fe, lo que sentimos es compasión, y comprensión, y pena, pero no hay ninguna épica en lo que le ocurre; ni percibo ninguna manifestación grandiosa del poder de Dios en su resistencia íntima. Hay una tragedia humana, de tantas como Dios permite que ocurran. Hay un hombre que se siente muy solo, a pesar de creer aún en Dios, y poco más. No entiendo por qué algunos quieren ver aquí una fuente de polémica.
   Por otro lado, la película, a pesar de ser  muy discursiva –con voz en off incluida-, en ningún momento acaba  de transmitir con claridad qué defienden los jesuitas, y qué es la fe para ellos, más allá de una imagen que no quieren pisotear. Y, cuando lo hacen –en las entrevistas con el malvado inquisidor japonés y sus acólitos- nada de lo que dicen produce un impacto profundo. ¿Por qué defienden a Jesús? ¿Por qué quieren sacar a los japoneses del budismo? ¿Dónde está la buena nueva? Defienden “la verdad”, dicen. Pero no muestran mucho más. Por otro lado, si nos volvemos hacia los cristianos japoneses, vemos que la fe que han adquirido es el motor de su vida, pero Scorsesse no pretende convencernos de que el cristianismo sea para ellos una experiencia espiritual profunda: para esos pobres japoneses perseguidos,  ser cristiano supone oponerse a los que les fríen a impuestos, sentir el alivio de la comprensión de los misioneros y vivir con la esperanza del paraíso. El resultado de esta falta de expresión espiritual de curas y perseguidos, el resultado de esa ausencia de un retrato cálido,  humano y comprensible de la experiencia íntima de la fe, es que nos dan mucha pena y nos angustian mucho sus avatares y espantosas torturas, pero su tragedia nos resulta, a pesar de su crudeza física, algo lejana, algo absurda. Mientras tanto, planea por nuestras cabezas la idea de que estamos ante el retrato de todo cuanto la religión –las religiones- pueden aportar de sufrimiento e injusticia al mundo. Y como por otro lado entendemos que este no es el mensaje que Scorsesse quiere hacernos llegar, la confusión va in crescendo.

2 comentarios:

  1. Efectivamente empatizar, emocionarse o reírse con una película es algo tan subjetivo y personal que no cabe discusión al respecto.Yo creo que esta vez estoy lejos de lo que escribes....ahi van algunas notas:

    “Que el apostatar es un acto de amor y salvación me parece que resulta bastante….”:
    pues no, algunos sectores defienden que esa apostasía es inmoral sea por quien sea.

    “lo que sentimos es compasión, y comprensión, y pena”,: y una profunda admiración en mi caso

    “y vivir con la esperanza del paraíso”: es así como siempre ha vivido su fe el carbonero

    “falta de expresión espiritual” : Rodrigues deja muy claro que su religión es la verdadera.

    “Hay un hombre que se siente muy solo, a pesar de creer aún en Dios, y poco más”: ¡¡¡¿ y poco mas?¡¡¡






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  2. Al margen del fondo, la forma es admirable. El guion es perfecto y es sublime conseguir llenar 160 minutos de metraje con algo tan seco, duro y ausente de glamour. Solo un genio como Scorsese es capaz de hacerlo.

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