Título original: Silence
Duración: 159 minutos
Director: Martin Scorsesse
Guión: Jay
Cocks, Martin Scorsese (Novela: Shusaku Endo
La película cuenta la historia de
dos jesuitas portugueses, que viajan a en el siglo XVII al Japón en busca de un
misionero del que se dice ha apostatado de su fe, como consecuencia de la
brutal represión que las autoridades niponas han impuesto a los cristianos. Los
jesuitas son jóvenes y puros, y encuentran un Japón en el que los cristianos
viven su fe en la clandestinidad, afrontando persecuciones que pronto les
conducen a la tortura y el martirio. He leído tantas opiniones y tan diversas
sobre esta película, y me pareció tan confuso su mensaje, que me cuesta
lanzarme a escribir algunas conclusiones. Lo haré sin renunciar al “spoiler”,
que, en esta ocasión, me parece imprescindible para relatar la experiencia.
Empezaré por decir que no me ha
parecido un bodrio larguísimo y repetitivo, como dice más de uno. Me interesó
cada minuto y me pareció que la evolución de los personajes y sus conciencias
–y ese bello retrato de la naturaleza y la sociedad del Japón del XVII, con
imágenes espectaculares, como la de los mártires crucificados en el rompeolas-
se merecían la extensión de la película. Tampoco me ha parecido el relato de
una trágica experiencia espiritual, con vocación de ejemplificar el arraigo que
puede tener la fe en el alma humana, como dicen otros.
No he conseguido
empatizar con la fe de los jesuitas, ni con la de los japoneses, ni he logrado
conmoverme profundamente por el dilema fundamental de la historia, que dirime la
cuestión de si pisar la imagen de Jesús –y con ello apostatar- era o no lícito
cuando se trataba de salvar, no solo la vida propia, sino la de otros. El
dilema es resuelto a las primeras de cambio por uno de los jesuitas, que anima
a los pobres campesinos a pisar la imagen para evitar las torturas, y es sin
embargo el gran conflicto que progresa hasta el final, y acaba arrasando al
protagonista. Que el apostatar es un acto de amor y salvación me parece que
resulta bastante claro desde el principio, por lo que el conflicto central
pierde vigor en el primer tramo de la película, aunque es cierto que permanece
el suspense sobre el desenlace. Cuando, al final, asistimos a la apostasía de
Rodrigues, y le vemos convertido en un funcionario que colabora moderadamente
en la persecución del cristianismo, mientras mantiene viva su fe, lo que
sentimos es compasión, y comprensión, y pena, pero no hay ninguna épica en lo
que le ocurre; ni percibo ninguna manifestación grandiosa del poder de Dios en
su resistencia íntima. Hay una tragedia humana, de tantas como Dios permite que
ocurran. Hay un hombre que se siente muy solo, a pesar de creer aún en Dios, y poco
más. No entiendo por qué algunos quieren ver aquí una fuente de polémica.
Por otro lado, la película, a
pesar de ser muy discursiva –con voz en
off incluida-, en ningún momento acaba de
transmitir con claridad qué defienden los jesuitas, y qué es la fe para ellos,
más allá de una imagen que no quieren pisotear. Y, cuando lo hacen –en las
entrevistas con el malvado inquisidor japonés y sus acólitos- nada de lo que
dicen produce un impacto profundo. ¿Por qué defienden a Jesús? ¿Por qué quieren
sacar a los japoneses del budismo? ¿Dónde está la buena nueva? Defienden “la
verdad”, dicen. Pero no muestran mucho más. Por otro lado, si nos volvemos
hacia los cristianos japoneses, vemos que la fe que han adquirido es el motor
de su vida, pero Scorsesse no pretende convencernos de que el cristianismo sea
para ellos una experiencia espiritual profunda: para esos pobres japoneses
perseguidos, ser cristiano supone
oponerse a los que les fríen a impuestos, sentir el alivio de la comprensión de
los misioneros y vivir con la esperanza del paraíso. El resultado de esta falta
de expresión espiritual de curas y perseguidos, el resultado de esa ausencia de un retrato cálido, humano y comprensible de la experiencia íntima de la fe, es que nos dan mucha pena y nos
angustian mucho sus avatares y espantosas torturas, pero su tragedia nos
resulta, a pesar de su crudeza física, algo lejana, algo absurda. Mientras
tanto, planea por nuestras cabezas la idea de que estamos ante el retrato de
todo cuanto la religión –las religiones- pueden aportar de sufrimiento e
injusticia al mundo. Y como por otro lado entendemos que este no es el mensaje
que Scorsesse quiere hacernos llegar, la confusión va in crescendo.
Efectivamente empatizar, emocionarse o reírse con una película es algo tan subjetivo y personal que no cabe discusión al respecto.Yo creo que esta vez estoy lejos de lo que escribes....ahi van algunas notas:
ResponderEliminar“Que el apostatar es un acto de amor y salvación me parece que resulta bastante….”:
pues no, algunos sectores defienden que esa apostasía es inmoral sea por quien sea.
“lo que sentimos es compasión, y comprensión, y pena”,: y una profunda admiración en mi caso
“y vivir con la esperanza del paraíso”: es así como siempre ha vivido su fe el carbonero
“falta de expresión espiritual” : Rodrigues deja muy claro que su religión es la verdadera.
“Hay un hombre que se siente muy solo, a pesar de creer aún en Dios, y poco más”: ¡¡¡¿ y poco mas?¡¡¡
Al margen del fondo, la forma es admirable. El guion es perfecto y es sublime conseguir llenar 160 minutos de metraje con algo tan seco, duro y ausente de glamour. Solo un genio como Scorsese es capaz de hacerlo.
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