Divertida y tramposa
Título original: El ciudadano ilustre
Duración: 118 minutos
Director: Mariano Cohn, Gastón Duprat
Guión: Andrés Duprat
Reparto: Óscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio, Belén Chavanne, Nora Navas, Iván Steinhardt, Manuel Vicente, Marcelo D'Andrea, Gustavo Garzón, Emma Rivera
Reparto: Óscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio, Belén Chavanne, Nora Navas, Iván Steinhardt, Manuel Vicente, Marcelo D'Andrea, Gustavo Garzón, Emma Rivera
Tan divertida como tramposa, esta película se
basa, como bien dice una amiga mía argentina, en dos grandes tópicos sobre ese
país: el tópico del argentino pedante y el del argentino paleto. Los directores
han entrado a saco en ambos lugares comunes y han armado un guión lleno de gracia,
pero que no acaba de cuajar un planteamiento claro. Total, que sales tras haber
pasado un buen rato, pero sin saber qué han pretendido contarte.
El asunto es que Daniel Mantovani, un
escritor argentino laureado con el Nobel, vuelve a su pueblecito natal para ser
homenajeado tras casi cuarenta años de ausencia. Daniel lleva años sin escribir
y rechaza asistir a los mil eventos a los que es convocado en todo el mundo;
vive en Barcelona, está solo, es un engreído y además se ha convertido en un
cínico. No sabemos por qué decide volver a su pueblo, pero el caso es que lo
hace. Allí es nombrado “ciudadano ilustre” y es alternativamente ensalzado e
importunado por los lugareños en una sucesión de escenas realmente muy
graciosas. El guionista es suficientemente hábil para equilibrar las tintas
negras, y si los vecinos del pueblo son incultos y pelmazos, el escritor es
antipático y egoísta, de tal forma que no es fácil del todo tomar parte en el
conflicto. La cosa va avanzando y resulta entretenida, pero aquí y allá
detectas las trampas, lo inverosímil de la trama y lo superficial de la mirada.
Los conflictos que se presentan tienen mucho interés y la historia invita a reflexiones morales, pero el guión no se moja. Falta profundidad y evolución en el
retrato del escritor, que entra y sale del conflicto en el que se mete
sin experimentar la menor transformación, al igual que sus paisanos, lo cual resulta algo decepcionante. El
final parece inclinar la balanza a favor de uno de los lados del conflicto,
gracias a un giro del guión bastante inconsistente con el tono de comedia que
ha predominado hasta entonces por encima de los engolados discursos del escritor, que no sabemos si debemos tomar en serio o en broma.
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