Anagrama
231 pags.
El último premio Herralde de
Novela es una historia sobre el mundo del espectáculo, o más bien una historia
sobre actores, aunque se percibe que la autora trata de elevar el tiro y hacer
una reflexión sobre el papel de la cultura en una sociedad en crisis, y sobre
el impacto de la propia crisis en el mundo cultural. En el libro se habla de lo
que significa hoy día ser un gran actor, de los programas basura, de las
estrellas solidarias, de la vejez, de la amistad, de Angelina Jolie, de las calles de Madrid y de la
crisis. Se habla un poco embarulladamente de demasiadas cosas, y trama y
personajes sufren las consecuencias de la falta de foco y los excesos formales
de la novela, que tiene luces y sombras.
Daniel Valls es un actor
millonario que vive en París junto a Charlotte, que trabaja en el mundo
financiero. Contra todo pronóstico (teniendo en cuenta la envidiable suerte que
corren la popularidad y las cuentas corrientes de almodóvares
y bardemes),
el famoso actor millonario es unánimemente odiado en España por firmar un
manifiesto progresista; odiado y denostado hasta el punto de ver por ello dañada
seriamente su carrera profesional y su equilibrio anímico. La cuestión de la
solidaridad se plantea también en la relación entre Valls y Ana Urrutia, vieja actriz que vive al borde
de la pobreza, y en algunos personajes secundarios, como la pareja de Adolfo y
Mari, que van tirando en su pisito de Carabanchel, nostálgicos de los tiempos
en los que las huelgas de actores significaban algo. El resto de los actores
que articulan la historia son Natalia de Miguel, la única que se gana bien la
vida, gracias a estar muy buena y a la bazofia televisiva en la que trabaja; Lorenzo
Lucas, un clásico que sobrevive como puede, y Valeria Falcón, una actriz madura
de cierto renombre, el más complejo de los personajes y el dinamizador de la
trama principal y su consiguiente reflexión.
El libro es muy irregular, y está
lastrado por lo inverosímil de tramas de tanta relevancia como el odio que
despierta Valls por firmar un manifiesto progresista, impensable en el reino de
lo políticamente correcto en el que vivimos; el tipo de apoyo que éste presta a la vieja
Urrutia en su pobreza –también inverosímil-, o lo que hace el bueno de Lorenzo
cuando reúne una considerable cantidad de dinero –muy improbable gesto que no
viene a cuento- . Tropiezos de la historia que le restan credibilidad y
enturbian los mensajes.
El resto tiene más sentido (la historia de amor de Natalia, el enamoramiento de Lorenzo, la desesperanza de Valeria, la inestabilidad de la vida del actor) y en ciertos episodios la narración es muy atractiva: el público semi analfabeto que asiste al teatro a ver Eva al desnudo, solo para presenciar la actuación de su ídolo televisivo; las conversaciones de la vieja Urrutia y su compañera de ancianidad o la dinámica de la grabación del programa de telebasura con el que se forra Natalia ocupan páginas escritas con talento y un lenguaje fresco y rompedor que a ratos resulta divertido.
Sin embargo, en la mayor parte de
la narración sobra artificio y falta sustancia, y se impone en el lector la
sensación de que la novela necesitaría adelgazar de verborrea y disgresiones y
fabricar personajes con más músculo con el fin de llegar a su meta, que se
supone es mostrar los lados menos agraciados de la actual relación entre
espectáculo, cultura y política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario