domingo, 6 de diciembre de 2015

Novela. Farándula, de Marta Sanz



Anagrama

231 pags.


El último premio Herralde de Novela es una historia sobre el mundo del espectáculo, o más bien una historia sobre actores, aunque se percibe que la autora trata de elevar el tiro y hacer una reflexión sobre el papel de la cultura en una sociedad en crisis, y sobre el impacto de la propia crisis en el mundo cultural. En el libro se habla de lo que significa hoy día ser un gran actor, de los programas basura, de las estrellas solidarias, de la vejez, de la amistad, de Angelina Jolie, de las calles de Madrid y de la crisis. Se habla un poco embarulladamente de demasiadas cosas, y trama y personajes sufren las consecuencias de la falta de foco y los excesos formales de la novela, que tiene luces y sombras.


Daniel Valls es un actor millonario que vive en París junto a Charlotte, que trabaja en el mundo financiero. Contra todo pronóstico (teniendo en cuenta la envidiable suerte que corren la popularidad y las cuentas corrientes de  almodóvares y  bardemes), el famoso actor millonario es unánimemente odiado en España por firmar un manifiesto progresista; odiado y denostado hasta el punto de ver por ello dañada seriamente su carrera profesional y su equilibrio anímico. La cuestión de la solidaridad se plantea también en la relación entre Valls  y Ana Urrutia, vieja actriz que vive al borde de la pobreza, y en algunos personajes secundarios, como la pareja de Adolfo y Mari, que van tirando en su pisito de Carabanchel, nostálgicos de los tiempos en los que las huelgas de actores significaban algo. El resto de los actores que articulan la historia son Natalia de Miguel, la única que se gana bien la vida, gracias a estar muy buena y a la bazofia televisiva en la que trabaja; Lorenzo Lucas, un clásico que sobrevive como puede, y Valeria Falcón, una actriz madura de cierto renombre, el más complejo de los personajes y el dinamizador de la trama principal y su consiguiente reflexión. 


El libro es muy irregular, y está lastrado por lo inverosímil de tramas de tanta relevancia como el odio que despierta Valls por firmar un manifiesto progresista, impensable en el reino de lo políticamente correcto en el que vivimos;  el tipo de apoyo que éste presta a la vieja Urrutia en su pobreza –también inverosímil-, o lo que hace el bueno de Lorenzo cuando reúne una considerable cantidad de dinero –muy improbable gesto que no viene a cuento- . Tropiezos de la historia que le restan credibilidad y enturbian los mensajes.


El resto tiene más sentido (la historia de amor de Natalia, el enamoramiento de Lorenzo, la desesperanza de Valeria, la inestabilidad de la vida del actor) y en ciertos episodios la narración es muy atractiva: el público semi analfabeto que asiste al teatro a ver Eva al desnudo, solo para presenciar la actuación de su ídolo televisivo;  las conversaciones de la vieja Urrutia y su compañera de ancianidad o la dinámica de la grabación del programa de telebasura con el que se forra Natalia ocupan páginas escritas con talento y un lenguaje fresco y rompedor que a ratos resulta divertido.


Sin embargo, en la mayor parte de la narración sobra artificio y falta sustancia, y se impone en el lector la sensación de que la novela necesitaría adelgazar de verborrea y disgresiones y fabricar personajes con más músculo con el fin de llegar a su meta, que se supone es mostrar los lados menos agraciados de la actual relación entre espectáculo, cultura y política.

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