El pez
volador. 93 pags.
Los relatos
de Cristina transmiten un desasosiego minucioso, prendido de una elaboración literaria
muy trabajada, medida hasta el mínimo detalle, en la que se pretende que no
falte ni sobre nada para situarnos en un mundo
de apariencias que van siendo desmentidas al hilo de la narración: El conocimiento de un engaño se salda con un
simulacro de amor; un probo contable acecha en silencio a unas niñas; Aurora
piensa en su ajuar de novia y al cabo de unos minutos tiene las manos manchadas
de sangre; Anita Risquez es una mujer alegre, pero descubre que la vida no está
donde esperaba; el marido de Ernestina cree que la está ayudando a vencer sus
miedos, sin comprender nada de lo que realmente le ocurre; Natalia y Roberto
viven juntos, pero una distancia de hielo les separa y Acacio se duerme en el
suelo como un perro, a la puerta del cuarto de su mujer, que envejece en la
amargura. En todos estos relatos Cristina encuentra su efecto en la precisión
de cada frase y cada palabra, que pone al servicio de historias escuetas, pero
contundentes, en las que apenas queda un hueco para la esperanza. Opta por un
manejo de los tiempos verbales que contribuye a la creación de inquietud; nada
casa a la manera convencional y sin embargo todo tiene sentido. Al final del libro
hay un relato más largo, situado en un entorno menos identificable. También en
él encontramos un escenario de decepción: el recién estrenado matrimonio
de Amaranta no es lo que espera. Y ella, como la mayoría de los personajes de
este libro, se rebulle en el hueco que le deja la vida dando manotazos al aire.
Cristina escribe con destreza y rigor, a lo grande. Es valiente y eficaz. Sabe
crear atmósferas y consigue sus propósitos. ¿Qué más se puede pedir?
¡Enhorabuena!
Sin leer ni cine en 10 dias... ¿ va todo bien?
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