sábado, 1 de marzo de 2014

Novela: Inocencia, de Penelope Fitzgerald

Editorial Impedimenta. 341 pags.

Una curiosidad
En el epílogo, Terence Doodley, albacea literario y editor de Penelope Fitgerald, dice que Inocencia nos recuerda a una comedia de Shakespeare. De lo que no cabe duda es de que es una novela distinta, no fácil, curiosa. Con frecuencia he deseado haberla terminado ya, pero no me sentía capaz de dejarla, tal vez por una especie de respeto a un trabajo tan bien hecho: el de una autora que empezó a escribir a los 61 años y que ganó el Booker Prize a los 63; una inglesa, hija del editor de Punch, que describe Italia y los italianos sin el menor atisbo de extranjería; una escritora refinada, mordaz, concienzuda y sorprendente. Tenía ganas de dejar esta novela porque los personajes se me escapaban y la historia fluía a trompicones sin acabar de interesarme, pero  me mantenía atenta al espectáculo. En la Italia de los 50, el filósofo marxista Gramsci se mezcla con una familia de la Florencia aristocrática venida a menos, al tiempo que aparecen el inevitable tío monsignore, los ingleses instalados precariamente en una colina toscana, el primo solitario y silencioso que lucha por que dejen llamar chianti al vino que produce  y la joven inglesa que se enamora del primero que pasa mientras su abuela, Lady Jones, la anima a divertirse. Todos ellos acompañan en su enamoramiento y casorio a la contessina Chiara, y a Salvatore, un médico de origen rústico en busca de un futuro mejor, que forman una pareja de inocentes en busca de la felicidad. Una tragicomedia tal vez demasiado culta, a la que no he pillado el punto.

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