martes, 11 de octubre de 2016

Novela. El gran Gatsby, de Scott Fitgerald



Alianza Editorial
256 pags.
Precioso y poliédrico

    Es esta la novela que deben leer los que huyen de la gran literatura, para que vean que un gran autor y un libro clásico no es cosa de la que asustarse. Gatsby es un libro precioso y poliédrico, interesante desde distintos puntos de vista, ninguno de los cuales resulta inaccesible al lector común y corriente. Fitgerald nos cuenta una historia semi autobiográfica, la de un rico con mala fama que se instala en Long Island y da grandes fiestas a las que invita a gente que no conoce. Su única obsesión es reconquistar a un viejo amor de juventud, ahora que ha dejado de ser un pobre chico sin futuro. Ella se llama Daisy y pertenece al gran mundo; es guapa y frívola, y está triste. Por supuesto está casada, y su marido no la hace feliz.
    Cualquier autor sin el talento de Fitgerald hubiera convertido esta historia en una cursilísma novelita, sin la menor transcendencia. Pero Scott Fitgerald hace grande a Gatsby, por distintas razones. No es la menos importante la estructura de la novela, construida sobre la base de un narrador que nos va desvelando los entresijos de los personajes y sus tramas. Se llama Carraway, y es un joven que se instala en una casita vecina de la gran mansión de Gatsby, del cual  pronto se hace, si no amigo, sí confidente y “compañero”, como Gatsby suele llamarle. Carraway nos da toda la información, como si fuera un narrador omnisciente, y sin embargo no lo es; es simplemente alguien que pasaba por allí, pero que logra transmitirnos todos los conflictos, todos los puntos de vista, sin que nada de los que nos cuenta resulte impostado. Una hazaña de Fitgerald.
    Pero a todo esto, ¿quién es Gatsby? ¿Quién su amada, y el marido de esta, y la amante del marido? ¿Quiénes son los que acuden a las fiestas de Gatsby, los que le jalean y al tiempo le desprecian por no ser “one of us”? ¿Qué hay detrás de ese simbólico cartel que representa unas grandes gafas, delante del cual pasan ricos y pobres en sus juergas? ¿Y quién es Carraway, el observador que nos lo cuenta todo, el hombre honrado que se siente extrañamente atraído por el turbio Gatsby y su obsesión amorosa? ¿Y esta obsesión, es realmente amorosa, o está Gatsby enamorado de la riqueza que tiñe la imagen de Daisy, de su privilegiada situación en el corazón del sueño americano? ¿Es su amor la fantasía de un adolescente que nunca ha madurado, o es una carga que le ha convertido en un ser inmoral? ¿Es “simpleza de corazón” lo que caracteriza a los que bailan y se emborrachan en las fiestas de Gatsby, o hay en ellos una siniestra irresponsabilidad? ¿Qué siente el lector hacia Gatsby, y hacia la “despreocupación” en la que viven Daisy y su marido? Hay que leerlo para hacerse todas estas preguntas y muchas más; para admirar la maestría de Fitgerald para construir atmósferas de sensualidad y dramatismo, como la escena en la que los principales personajes pasan una tarde en un hotel de Nueva York, reunidos por el tedio y el calor; hay que leerlo para entender la América de los años 20 y para acercarse a una muestra extraña y preciosa de la soledad humana. 

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