Alianza
Editorial
256 pags.
Precioso y poliédrico
Es
esta la novela que deben leer los que huyen de la gran literatura, para que
vean que un gran autor y un libro clásico no es cosa de la que asustarse. Gatsby
es un libro precioso y poliédrico, interesante desde distintos puntos de vista,
ninguno de los cuales resulta inaccesible al lector común y corriente.
Fitgerald nos cuenta una historia semi autobiográfica, la de un rico con mala
fama que se instala en Long Island y da grandes fiestas a las que invita a
gente que no conoce. Su única obsesión es reconquistar a un viejo amor de
juventud, ahora que ha dejado de ser un pobre chico sin futuro. Ella se llama Daisy y pertenece al gran mundo; es guapa y frívola, y está triste. Por
supuesto está casada, y su marido no la hace feliz.
Cualquier
autor sin el talento de Fitgerald hubiera convertido esta historia en una
cursilísma novelita, sin la menor transcendencia. Pero Scott Fitgerald hace
grande a Gatsby, por distintas razones. No es la menos importante la estructura
de la novela, construida sobre la base de un narrador que nos va desvelando los
entresijos de los personajes y sus tramas. Se llama Carraway, y es un joven que
se instala en una casita vecina de la gran mansión de Gatsby, del cual pronto
se hace, si no amigo, sí confidente y “compañero”, como Gatsby suele llamarle. Carraway
nos da toda la información, como si fuera un narrador omnisciente, y sin
embargo no lo es; es simplemente alguien que pasaba por allí, pero que logra transmitirnos
todos los conflictos, todos los puntos de vista, sin que nada de los que nos
cuenta resulte impostado. Una hazaña de Fitgerald.
Pero
a todo esto, ¿quién es Gatsby? ¿Quién su amada, y el marido de esta, y la
amante del marido? ¿Quiénes son los que acuden a las fiestas de Gatsby, los que
le jalean y al tiempo le desprecian por no ser “one of us”? ¿Qué hay detrás de
ese simbólico cartel que representa unas grandes gafas, delante del cual pasan ricos
y pobres en sus juergas? ¿Y quién es Carraway, el observador que nos lo cuenta
todo, el hombre honrado que se siente extrañamente atraído por el turbio Gatsby
y su obsesión amorosa? ¿Y esta obsesión, es realmente amorosa, o está Gatsby
enamorado de la riqueza que tiñe la imagen de Daisy, de su privilegiada
situación en el corazón del sueño americano? ¿Es su amor la fantasía de un
adolescente que nunca ha madurado, o es una carga que le ha convertido en un
ser inmoral? ¿Es “simpleza de corazón” lo que caracteriza a los que bailan y se
emborrachan en las fiestas de Gatsby, o hay en ellos una siniestra
irresponsabilidad? ¿Qué siente el lector hacia Gatsby, y hacia la “despreocupación”
en la que viven Daisy y su marido? Hay que leerlo para hacerse todas estas
preguntas y muchas más; para admirar la maestría de Fitgerald para construir
atmósferas de sensualidad y dramatismo, como la escena en la que los
principales personajes pasan una tarde en un hotel de Nueva York, reunidos por
el tedio y el calor; hay que leerlo para entender la América de los años 20 y
para acercarse a una muestra extraña y preciosa de la soledad humana.
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