Cuando todo está ya dicho
Libros del
Asteroride
378 pags.
El
comentario de Robert Saladrigas en La Vanguardia sobre este libro raro y lleno
de una sutil belleza, escrito por un octogenario Stegner, es tan esclarecedor que renuncio al mío. Dice así:
Larry
Morgan es un viejo profesor de Literatura retirado en Nuevo México con su
esposa Sally, sobreviviente de una poliomielitis. ’En lugar seguro’ (’Crossing
to safety’) empieza con la vuelta de Sally y Larry tras ocho años a la finca de
veraneo en Vermont de sus íntimos amigos Charity y Sid Lang - él fue docente de
Stanford- convocados para despedirse de Charity, enferma en fase terminal. En
tales circunstancias Larry, escritor de cierta fama, rememora el arranque en la
década de los treinta de la sólida amistad que unió para siempre a las dos
parejas por entonces jóvenes, una rica - los Lang- y la otra pobre, al
coincidir Larry y Sid en el departamento de inglés de la Universidad de
Madison, Wisconsin. La novela la publicó en 1987 Wallace Stegner (1903-1992),
nacido en Lake Mills (Iowa), hijo de inmigrantes escandinavos, fundador en la
Universidad de Stanford de su afamada escuela de escritura creativa (Raymond
Carver pasó por ella), que obtuvo en 1971 el Pulitzer por ’ángulo de reposo’
(’Angle of repose’) cuya traducción anuncia Libros del Asteroide. Reseño esos
datos porque de manera un tanto absurda Wallace Stegner, magnífico narrador a
juzgar por ’En lugar seguro’, nos es prácticamente desconocido. Leyéndolo con
placer he tenido la sensación de descubrir a un autor de la estirpe - con
matices- de los William Gaddis, Lionel Trilling, Richard Yates, William Gass o
Harold Brodkey, todos ellos de culto. En cuanto al motor de la novela, es sin
duda la evolución de la honda amistad que une al cuartero protagonista,
conservada sin apenas fisuras durante más de treinta años y que nos llega desde
el punto de vista de uno de ellos. Lo cual significa que, en aras de la
subjetividad - y la verosimilitud-, Larry Morgan introduce toques
razonablemente críticos a una relación que con los años sufre lógicas
erosiones. La amistad es una planta tan difícil de mantener viva como el amor,
que subyace a todo lo largo de la historia.
El
otro puntal es Charity, una hermosa mujer, hiperactiva, obsesa del orden y la
planificación -organiza su propia forma de morir-, que tiraniza a Sid hasta
asfixiarlo, inmerso a desgana en la feroz competitividad del sistema
universitario norteamericano cuado sólo ambicionaba convertirse en un buen
poeta. Me parece brillante la sutileza con que Stegner ejemplifica la
podredumbre latente en un matrimonio que para los otros -incluidos los Morgan-
roza la perfección, esa perfección absoluta, viciada y destructora, que Charity
busca inflexiblemente a costa de extender la infelicidad a quienes la rodean.
Tan denso de matices es el tejido con que Stegner ha elaborado el carácter de
Charity que ella, vista a distancia por la mirada fraternal de Larry Morgan,
polariza con toda legitimidad la novela y relega a los otros protagonistas del
trío al papel de contrapuntos.
La
proximidad del desenlace.
Por
último, en las páginas finales de Vermont, cuando el viejo Larry a solas con su
memoria evoca el pasado y junto con Sally y los hijos y nietos de los Lang
cumplen el sobrecogedor protocolo diseñado cómo no, por Charity, quien en un
postrer y cruel ajuste de cuentas disfrazado de compasión rechaza que Sid esté
con ella en el instante de rendirse ante la muerte y suscita su único e inútil
acto de rebeldía, Wallace Stegner consigue, sin caer en la explicitud, crear la
sensación de que en los paisajes que va describiendo con inesperada
minuciosidad uno puede "ver, literalmente, lo que piensa de la vida y sus
simulaciones, el poso amargo de las renuncias y los fracasos, la inevitable
aceptación del declive y, por fin, la clara percepción del sibilante fraseo de
la muerte.
Su
manera indirecta de relatar lo esencial de la historia en este puñado de
páginas de síntesis y conclusión, llenas de implicaciones y caminos metafóricos
que se cruzan para hacernos sentir que el anunciado y fatídico desenlace se
está produciendo en otro lugar, es sencillamente deslumbradora. Muestra cuando
menos el buen saber hacer narrativo de un autor que escribe desde la lucidez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario