El muy sofisticado valor de la sencillez
Salamandra
443 páginas
Ganadora
del premio Goncourt, esta novela ha vendido en Francia más de medio millón de
ejemplares, lo que ha hecho decir a algunos que es la perfecta simbiosis entre
literatura popular y alta literatura. Nos
vemos allá arriba se merece vender eso y mucho más.
La historia empieza en las trincheras de la guerra del 14, a punto ya de firmarse el armisticio. Albert Maillard y Edouard Péricourt viven un sangriento episodio del que salen gravemente mutilados física y mentalmente. La culpa es de Henri d´Aulnay Pradelle , el oficial al mando, decidido a labrarse un futuro en la posguerra gracias a una aureola de héroe que está dispuesto a obtener aun a costa de la vida de sus hombres. En esa trinchera se forja el primer eslabón de la amistad que une a Albert y Edouard. El primero es un contable de medio pelo, hijo de una madre muy pesada; el segundo, el único hijo varón de un millonario que le desprecia por su sensibilidad y su extravagancia. Entre ambos urden la trama de su venganza. Quieren “hacerle un corte de mangas al mundo”, resarcirse del horror y el sufrimiento que han vivido y recobrar algo de lo que la guerra les arrancó en plena juventud. Ese algo en principio es una montaña de dinero, pero es también un momento de gloria, un padre, una novia, la alegría de vivir, la capacidad de crear, unas chispas de belleza. Al tiempo que su venganza va tomando cuerpo, Pradelle, el villano de la historia, empeñado en rehabilitar el antiguo esplendor de su apellido, empieza a enriquecerse rápidamente, de la manera más sucia imaginable, y se introduce en una trama de corrupción que avanza hasta el final como un cuento moral perfecto .
La historia empieza en las trincheras de la guerra del 14, a punto ya de firmarse el armisticio. Albert Maillard y Edouard Péricourt viven un sangriento episodio del que salen gravemente mutilados física y mentalmente. La culpa es de Henri d´Aulnay Pradelle , el oficial al mando, decidido a labrarse un futuro en la posguerra gracias a una aureola de héroe que está dispuesto a obtener aun a costa de la vida de sus hombres. En esa trinchera se forja el primer eslabón de la amistad que une a Albert y Edouard. El primero es un contable de medio pelo, hijo de una madre muy pesada; el segundo, el único hijo varón de un millonario que le desprecia por su sensibilidad y su extravagancia. Entre ambos urden la trama de su venganza. Quieren “hacerle un corte de mangas al mundo”, resarcirse del horror y el sufrimiento que han vivido y recobrar algo de lo que la guerra les arrancó en plena juventud. Ese algo en principio es una montaña de dinero, pero es también un momento de gloria, un padre, una novia, la alegría de vivir, la capacidad de crear, unas chispas de belleza. Al tiempo que su venganza va tomando cuerpo, Pradelle, el villano de la historia, empeñado en rehabilitar el antiguo esplendor de su apellido, empieza a enriquecerse rápidamente, de la manera más sucia imaginable, y se introduce en una trama de corrupción que avanza hasta el final como un cuento moral perfecto .
Lemaitre
rechaza que Nos vemos allá arriba sea
una novela histórica. “No lo es, es una novela de género picaresco. ¿Y qué es
la picaresca? Pues El lazarillo de Tormes,
que fue mi modelo. La novela picaresca es la novela de la exclusión, es el sálvese quien pueda, es el relato de
unos personajes que han de vivir en un mundo que no les quiere”. En
el pequeño mundo de sobrevivientes en el que viven su amistad Albert y Edouard hay
gratitud, generosidad,
sacrificio, tolerancia, ternura, crispación, fealdad, belleza, miseria, complicidad,
humor, tristeza, miedo, alegría. Todo se muestra en profundidad bajo una apariencia
de extraordinaria sencillez, con una prosa austera, pero tan visual que a ratos
solo pensaba en el nuevo “Hotel Budapest” que Wes Anderson debería hacer con
esta historia. Lemaitre ha escrito un novelón a la antigua, pero al tiempo una
obra totalmente moderna, apta para adictos al mundo de los 140 caracteres. El
único fallo que he encontrado en su lectura es que el episodio bélico del
principio resulta un poco confuso. A pesar de ello, sí se perfilan en él con nitidez
los tres personajes principales: Pradelle, el villano, y Albert y Edouard, los
héroes. Comprenderles es lo importante, y desde el inicio empezamos a hacerlo.
En
la relación entre Albert y Edouard hay un
despliegue de emociones que se van percibiendo como cargas de profundidad, sin
ningún alarde de estilo, sin que se nos guíe nunca hacia ellas de manera enfática. El narrador finge
ser despreocupado y coloquial en su manera de contar, incluso ingenuo a veces,
como si solo buscara el relato puro y simple de unos hechos, como si la
eficacia en la comprensión del ir y venir de la acción fuera lo único que le
importa, pero lo hace con tal habilidad literaria que, a medida que va
construyendo su historia, va creando en el lector una inquietud mucho más
profunda, que le pide indagar en las
emociones de los personajes, preguntarse cosas, reflexionar, comprender. El
gran valor de Lemaitre es que nos lleva por un camino extremadamente fácil a
una preciosa y profunda historia sobre el bien y el mal que los seres humanos
podemos hacernos mutuamente.
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