Impedimenta
296 pags
Un corazón impuro
Dos años después del fin de la era Meiji
(1868-1912), que representó el inicio
de la transformación de Japón en un país moderno, se publicó Kokoro, la obra
cumbre del que es considerado como padre de la literatura contemporánea
japonesa. La novela tiene un inicio difícil, de resonancias muy lejanas al
lector contemporáneo y occidental, pero transcurrida la primera parte se
convierte en un texto cautivador, escrito con una engañosa sencillez y con un
estupendo manejo del suspense, rico y denso, que desde luego vale la pena leer.
En la primera parte, el narrador, un joven
estudiante, curioso y desvalido, conoce a Sensei, el personaje central de la
obra, un hombre maduro, que vive con su mujer, sin hacer nada provechoso aparte
de leer y visitar periódicamente un cementerio. Sensei pronto se convierte para
el estudiante en el gran polo de atracción; el joven intuye en aquel hombre
culto y reservado un pozo de sabiduría del que ansía nutrirse, y trata de
ganarse su confianza. Pero Sensei no se abre. Guarda secretos, evita respuestas,
zanja conversaciones con extraños silencios. La relación entre ambos se estrecha,
pero no toma cuerpo, y la intervención de la mujer de Sensei no hace sino abrir
más enigmas respecto a Sensei. La primera parte de la novela se acaba con la
marcha del joven estudiante al campo, donde vive su familia. Se plantean ahí
cuestiones sociales y culturales que nos dan una idea de la conmoción que vivía
el Japón de la época, cuando muere el Emperador y el general Nogi se suicida
junto a su mujer, y el país entero siente que acaba una era. Es también en esta
parte en la que se plantean los grandes problemas de la iniciación del narrador
en la vida adulta, y los primeros dilemas éticos del libro.
En la última parte es Sensei quien habla, y
descubre por fin sus secretos. Es aquí donde Söseki despliega las grandes
cuestiones. Los secretos de la vida de Sensei tratan de la posibilidad de que
exista en el mundo un “corazón puro”, y del destino que espera a los que no
logran poseerlo. Frente a este anhelo espiritual, que tiene sus raíces en el ascetismo budista, “lo humano” se presenta como
la alternativa en la que anida lo mejor y lo peor de la vida: el amor y el
engaño, la alegría y el miedo, la desconfianza más feroz y la entrega más
generosa, la traición más horrenda y la expiación más extrema. En el terreno de
“lo humano” la honestidad es una senda “estrecha y resbaladiza”, y el pecado la
contrapartida del amor. En el fondo, nada que no sepamos. Vivir es emocionarse,
y resbalar, y ser honesto y deshonesto una y otra vez. Lo trágico del planteamiento
de Sensei, lo profundamente pesimista de su propuesta, es que para él, cuando
resbalamos por estrecha y resbaladiza senda de la honestidad no hay más
expiación posible que la muerte, que el precio de vivir como un ser humano,
capaz de amar y de pecar, es necesariamente la desesperación.
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