Literatura Random House
141 pags.
El santo es un hombre de la edad
media, un viejo monje que lleva cuarenta años rezando y haciendo milagros en un
lugar perdido de Cataluña. Cuando anuncia que va a volver a su Italia natal,
los habitantes del pueblo deciden matarlo para convertir la veneración de su
recuerdo en fuente de ingresos. El hombre es santo, pero no tonto, y se escapa.
Se escapa y descubre el mundo. Su itinerario hasta el corazón de África no
puede ser más sorprendente. Ni entre los piratas griegos ni junto a los
traficantes de esclavos africanos encuentra el hombre tanta crueldad como
esperábamos, sino más bien amistad, tertulias y la dulzura del opio. Después el santo encuentra el amor. Lo cual está bien, pero acaba por no ser para tanto. El
mundo que el santo descubre es pura fantasía; sus estructuras sociales y
políticas no tienen nada que ver con ningún parámetro de la época, y los
tiempos en los que transcurre la narración son inverosímiles. El hombre observa
y va de un lado para otro, sin mojarse, sin ejercer de santo, sin una mirada
moral. Sus reflexiones son livianas, socarronas, y la gente que encuentra en los
escenarios más inverosímiles acaba siendo de lo más corriente. Sus personajes parecen
estar ahí como una disculpa para echar una mirada al mundo y llegar a la
conclusión de que nos complicamos la vida tontamente.
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