sábado, 10 de febrero de 2018

Cine. El hilo invisible





Fría y artificial 
 
Título original:  Phantom Thread
Duración: 130 minutos
Director: Paul Thomas Anderson
Guión: Paul Thomas Anderson
 
   Qué suerte tuve de ir a ver esta película con una psicoanalista –molaría decir “mi psicoanalista”, pero de momento no dispongo de semejante dispositivo-, porque en la charleta de la salida prendieron las chispas que mi básica formación freudiana había intuido en la muy siniestra relación que se establece entre los protagonistas, que empieza siendo una historia de amor de tintes pigmalionescos –sofisticado creador liga con palurda a la que convierte en musa y amante-, para terminar en sutil sadomasoquismo. 
    Es de agradecer la magnífica ambientación y el estupendo trabajo que realiza Daniel Day-Lewis en su papel de Reynolds Woodstock, diseñador estrella del Londres de 1950. Egocéntrico, depresivo, obsesionado por el trabajo y por el silencio y enganchado hasta la médula en un rollo edípico con su difunta madre, Reynolds, con la ayuda de su muy masculina y fría hermana, Cyril, va desdeñando amantes que le ponen nervioso porque hacen demasiado ruido al untar la mantequilla durante el desayuno, hasta que aparece en su vida Alma, una camarera de lo más básica, a quien viste con sus mejores creaciones y pasea en sus  esporádicas salidas al mundo.
   Alma le ama, pero se aburre, y no comprende la abismal distancia  que exige Reynolds para mantener un mínimo de equilibrio en su estado de ánimo. Ensaya alguna fórmula convencional para conquistarle a su manera, con un estrepitoso fracaso, y finalmente se decanta por una vía que acaba atrayéndolo hacia ella en un rebuscadísimo giro del guion. La película solo se sobrelleva por la estupenda ambientación de la Casa Woodstock –telas, moda, mujeres con ansia de triunfar embelleciéndose, los nervios de la creación, etc.- y por la interpretación del magnético Daniel Day-Lewis. El resto –o sea, la historia que se nos cuenta- me deja totalmente fría.



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