Prodigio
Seix Barral
386 pags.
Es
un prodigio que una mujer de veintitrés años en el año cuarenta publicara una
novela como esta. Carson McCullers lo hizo, y el mundo literario de Estados
Unidos le reconoció de inmediato el sorprendente talento con el que construye
la historia del señor Singer, un mudo que no habla, pero sí oye, y los personajes
que giran a su alrededo con el denominador común de la soledad. Lo que ocurre
en una oscura ciudad de Georgia nos conmueve por lo contemporáneo de los
conflictos interiores que describe –la marginalidad, el aislamiento, el vacío,
la impotencia- y por la agudeza y sensibilidad con la que tan jovencísima autora
se adentra en todas sus dimensiones, desde las más íntimas –la sexualidad, la
sensibilidad para la belleza, el amor y la amistad- hasta las sociales y
políticas de la época.
Como
nos recuerda Elvira Lindo en su prólogo, la propia McCullers definió el sentido
de su historia como “la rebelión del hombre contra su propio aislamiento
interior y su necesidad de expresarse tan plenamente como le sea posible”. Desde
su deslumbrante inicio (“En la ciudad había dos mudos, y siempre estaban
juntos”) hasta la última página encontramos un mundo redondo, cerrado, habitado
por gentes que piden socorro y que de forma precaria se apoyan los unos en los
otros, un mundo desde el cual el pesimismo de la autora nos interpela con
golpes incesantes, porque sus personajes sufren, tienen miedo, anhelan salvarse
y pierden una y otra vez la esperanza.
Me
urge leer la biografía de Carson McCullers para intentar comprender este
prodigio.
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