Anagrama. 162
pags.
Sutil
En
la Inglaterra de 1924, un día de marzo excepcionalmente luminoso y cálido, una
criada llamada Jane entra por la puerta principal de una casa vacía, vecina a
la suya. La espera su amante, el único hijo de la familia que ha sobrevivido a
la guerra. Los padres del chico, al igual que los dueños de la casa donde
trabaja Jane, pasan el día fuera, para evitar los problemas de no tener
servicio. Es el domingo que las criadas tienen libre para visitar a sus madres.
El aire de la primavera entra por las ventanas abiertas y los jóvenes hacen el
amor en la casa vacía. Lo que ocurre después nos brinda muchas preguntas y
pocas respuestas explícitas sobre el sentido de la novela. Sabemos que Jane
acaba convirtiéndose en una gran novelista, y sabemos que aquel día fue
decisivo en su vocación. Pero apenas podemos atisbar por qué lo fue, por qué
aquel día de primavera hizo de ella una escritora, qué relación tiene lo que
pasó ese domingo con su devenir biográfico. Estamos ante una novela corta,
altamente concentrada, en la que detalles que ocupan apenas dos o tres párrafos
abren preguntas decisivas. El retrato social que hace Swift es interesante,
pero está lejos de ser el meollo del asunto. Diría que lo que interesa al autor
es más bien cómo se engendra en Jane su mirada literaria. Muy sutilmente, con
pinceladas diluidas en el relato de la acción y sin acercarse apenas a la mente
de Jane, Swift nos insinúa que ese domingo acarrea a la futura escritora un
gran dolor, pero también descubrimientos sobre quién es –algo más que una criada
sin madre a quien visitar en el Domingo de las Madres- y sobre quién quiere
ser. Una bonita novela.
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