domingo, 4 de junio de 2017

Novela. El Domingo de las Madres, de Graham Swift



Anagrama. 162 pags.
Sutil
   En la Inglaterra de 1924, un día de marzo excepcionalmente luminoso y cálido, una criada llamada Jane entra por la puerta principal de una casa vacía, vecina a la suya. La espera su amante, el único hijo de la familia que ha sobrevivido a la guerra. Los padres del chico, al igual que los dueños de la casa donde trabaja Jane, pasan el día fuera, para evitar los problemas de no tener servicio. Es el domingo que las criadas tienen libre para visitar a sus madres. 
   El aire de la primavera entra por las ventanas abiertas y los jóvenes hacen el amor en la casa vacía. Lo que ocurre después nos brinda muchas preguntas y pocas respuestas explícitas sobre el sentido de la novela. Sabemos que Jane acaba convirtiéndose en una gran novelista, y sabemos que aquel día fue decisivo en su vocación. Pero apenas podemos atisbar por qué lo fue, por qué aquel día de primavera hizo de ella una escritora, qué relación tiene lo que pasó ese domingo con su devenir biográfico. Estamos ante una novela corta, altamente concentrada, en la que detalles que ocupan apenas dos o tres párrafos abren preguntas decisivas. El retrato social que hace Swift es interesante, pero está lejos de ser el meollo del asunto. Diría que lo que interesa al autor es más bien cómo se engendra en Jane su mirada literaria. Muy sutilmente, con pinceladas diluidas en el relato de la acción y sin acercarse apenas a la mente de Jane, Swift nos insinúa que ese domingo acarrea a la futura escritora un gran dolor, pero también descubrimientos sobre quién es –algo más que una criada sin madre a quien visitar en el Domingo de las Madres- y sobre quién quiere ser. Una bonita novela.

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