domingo, 10 de abril de 2016

Cine. Julieta


Tragedia clásica

Título original: Julieta
Duración: 96 minutos
Director: Pedro Almodóvar
Guión: Pedro Almodóvar (Relatos: Alice Munro)

     Puede decirse que el primer requisito para que una película me guste es creérmela. Este acto de fe debe producirse más bien al principio, y no depende de que la historia sea o no verosímil, sino más bien de aceptar un pacto con su creador, en virtud del cual ambos acordamos qué clase de historia va a contarme, y con qué lenguaje. Hecho el pacto, aceptados los códigos de qué clase de historia me contarán y en qué tono, puedo creerme La guerra de las galaxias y desconectar de un drama pretendidamente realista, como la reciente Mustang.  
    Julieta me ha gustado mucho, pero, curiosamente, comprendo más a Boyero, que dice que no ha logrado transmitirle nada, que a Luis Martínez, que la considera un calculado, intenso y deslumbrante estudio sobre la pérdida. Paradójico.  
    A pesar de ser excesiva e irreal, a pesar de no ser conmovedora, la película me ha gustado. Creo que la razón es que la he visto como el que lee un cuento mitológico, como el que asiste a una tragedia intensa y recargada, de ecos muy lejanos. Y en ese entendimiento me ha llegado una obra llena de belleza, bien interpretada y bien construida, que logra ser algo que para mí tiene sentido: más que una narración, un canto al dolor; más que la crónica de un drama contemporáneo, una tragedia que parece llegada del mundo antiguo para ejemplificar todas las tragedias del mundo real.  
    De haber querido ver en ella solamente la conmovedora historia de una mujer que llora la ausencia de su hija, me hubiera puesto algo nerviosa el venado que corre junto al tren, la innecesaria historia del suicida, los agricultores andaluces que hablan con acento de Madrid, el autorretrato de Freud, la espectacular sofisticación de la humilde profesora, el estilismo impecable de la viuda pueblerina, el paralelismo entre la historia de la mujer en coma y la madre desnortada y entre los ahogados en mares y ríos, Rosy de Palma como la Mrs. Danvers de un modesto pescador o la artificialidad del último encuentro de la madre con la amiga de la hija. Pero no estamos ante el simple drama de una madre doliente. Estamos ante otra clase de historia y otra clase de lenguaje.  
    Julieta funciona como una tragedia clásica, en la que el destino va enganchando con grandiosidad mitológica a la mujer con el hombre, al hombre con la tormenta, a la hija con la ausencia y al dolor con cada personaje; un cuento orquestado entre gente que no es de este mundo, narrado en un lenguaje que no es el lenguaje del drama realista, sino el muy personal lenguaje de Almodóvar. No hay humor, ni estética kitch, ni esperpento, pero su firma está clara. Hay que querer entenderlo, y, si lo haces, sales pensando que has visto una buena película.

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