Acantilado. 265
pags.
Humor y reflexión
Leída
la biografía de las hermanas Mitford y otra de las más famosas novelas de
Nancy, Amor en clima frío, lo he
pasado muy bien con esta historia, en la que está muy presente lo
autobiográfico. Al igual que la narradora, Nancy se crio en una gran casa de campo
de la aristocracia inglesa, rodeada de hermanos, criados, nannies, animales y parientes extravagantes, y salió al mundo en
los años 20, a la caza del amor. Como
alguno de los personajes del libro, Nancy sacó la cabeza de los restos del mundo
victoriano, estuvo muy cerca de la política francesa en tiempos de la segunda
guerra mundial, a través de uno de sus amantes, y conoció muy bien el impacto
de los enfrentamientos políticos de la Europa de los años 30 en la clase alta
inglesa, gracias, entre otras cosas, a la militancia comunista de su hermana
Jessica y a las tendencias filonazis de sus hermanas Unity y Diana.
Lo
fascinante de este libro es comprobar que una mujer criada por un padre
partidario de que las niñas no fueran al colegio tuviera el instinto narrativo
necesario para escribir una novela tan completa. Porque no se trata solo de su
prosa fluida, de lo bien perfilado de sus variopintos personajes, de lo nítido y
veraz de la voz de la narradora, del humor presente en cada página. El libro es
bastante más. En primer lugar, es una interesante mirada a Inglaterra y a
algunos de sus rasgos más característicos, como el clasismo, su relación de
amor y odio con lo extranjero y la bipolaridad entre represión y pasión de los
ingleses. Es también, en cierta medida, un relato histórico sobre el drama
político europeo de los años 30 y 40, que conocemos a través de la presencia de sus
personajes en el París inmediatamente anterior a la ocupación, en los campos de
refugiados españoles del Perpiñán del año 39 y en el Londres de los bombardeos.
Aunque la intención de Mitford no sea hacer una novela histórica, a través de
dos o tres pinceladas detectamos con bastante precisión cuál fue la actitud
respectiva de las clases altas inglesas y francesas en aquella tragedia. Además,
la historia plantea una reflexión interesante sobre el papel de las mujeres
en la Europa de la época, y, en particular, sobre las de clase alta. Y por
último, pero no menos importante, la novela nos ofrece un retrato divertido,
pero con bastante enjundia, sobre la aristocracia inglesa, en el que vemos cómo
se viven en ese mundo los conflictos que afectan a cualquier ser humano –el
amor, la atracción física, la dignidad, la libertad- , sin importar si el
personaje pertenece al tronco central de lo inamovible –como el tío Matthew, trasunto
del padre de Nancy- o si es un alma descarriada que se lía con extranjeros y
gente middle class. La descripción de
ese mundo –que es el mundo de los Mitford y sus aledaños- con sus graciosísimas
obsesiones lingüísticas, y, en general, con sus hábitos y actitudes ante la
vida, es el gran logro de la novela.
El prólogo José Carlos Llop nos ayuda a comprender la relación entre la biografía de la autora y la historia que nos narra y nos lleva a preguntarnos qué pensaría Nancy Mitford de su propia vida.
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